Un hotel tamaño Inglaterra, por favor

Dado mi poder adquisitivo y el maltrecho estado de mi cartera, mi historial de pernoctas en hoteles 5 estrellas no es que sea la repera, es más, después del curriculum mochilero que arrastro en lo que a alojamientos cutres se refiere, se puede decir que en cuanto a hoteles de lujo puedo ser bastante impresionable, pero, en el caso del Hotel Inglaterra de Sevilla, os aseguro que hasta al tipo más sibarita, las habitaciones de este hotel pueden parecerle un campo del golf y es por ello, por lo que me he animado a escribir un post sobre mi experiencia en el hotel con las habitaciones más grandes que he pisado hasta el momento.

Nada más llegar y hacer el correspondiente check-in, me dieron una habitación “grandecita”. Una habitación de unos 30-35 metros cuadrados y un cuarto de baño bastante apañao.

Contento y flipado con la habitación, baje a recepción y “oh sorpresa” cuando me comunican que deben cambiarme de habitación. Con lo contento que yo estaba con mi megahabitación y ahora, por unos supuestos ruidos que ni escuché, habían decidido cambiarme. Yo para estas cosas no soy nada mijita pero el ligero temor de que para una vez que voy a un hotel de 5***** me fueran a cambiar a una habitación más “cutre” por unos ruidos que no había oído… me tocaba un poco las narices. Pero en fin, que se le iba a hacer.

Sin más, recogí el equipaje y me dirigí a mi nueva habitación. Nada más entrar me topé con una habitación prácticamente idéntica a la anterior salvo por un pequeño detalle: “La cama no estaba”.

La risa empezó a entrarme cuando me di cuenta que esa “habitación sin cama”, con chimenea, 2 sofás, escritorio, estanterías y cuadros estilo “Gran hotel” no era la habitación sino parte de ella.

Sin pensarlo dejé la maleta en la entrada y continué por una de sus puertas hacia el cuarto de baño.

Gigantesco, ducha, bañera jacuzzi, toallas como para parar un tren y una ventana enorme perfecta para ventilar rápidamente en caso de emergencias de la naturaleza.

Del cuarto de baño pasé a “el pasillo de la habitación”.

Iluminado con un reguero de foquitos, exquisita decoración con una serie de repisas “museo style”, varios armarios empotrados con los tradicionales patucos de toalla, mantas como si en vez de en Sevilla el hotel se encontrara en plena Siberia y la correspondiente caja fuerte.

Y finalmente… “la habitación”. De un golpe de vista era imposible verla. Aquí os dejo fotos del ala norte

Y el ala sur

Aquella noche, mirando al techo, pensaba en la ironía de un país tan mal repartido como el nuestro en el que mientras yo me encontraba solo, en una habitación tan gigante, seguramente habría familias de 5 o 6 personas con pisos más pequeños y algunos, ni siquiera eso.

En fin, esperemos que la cosa cambie y la encrucijada de nuestros políticos no les obligué a tener que alquilar habitaciones como la mía para hacer sus plenos de gobierno.