Crónica de un masaje-paliza en un hamman de Estambul

Uno de los momento más esperados y que a la vez más incertidumbre generaban en mi mente antes de mi viaje a Turquía era el momento de la visita a un auténtico hamman turco en Estambul. Muchas cosas me habían dicho acerca de lo que ahí ocurría o más bien podría ocurrirme si no me andaba ojo avizor y la verdad es que entre esas habladurías que me bombardeaban y la cantidad de hombres que veía dados de la mano al caminar por Estambul… algo dentro de mi me decía que la experiencia en el hamman nos marcaría de alguna forma a mi y mi amigo Manolito.

Eran las 22:30 de la noche. Buena hora para visitar a un hamman e ir relajaditos a la cama, pensamos nosotros. Ílusos. Nuestro elegido aquella noche sería el Çemberlitas Hamami. Uno de los sitios más recomendados de Estambul para darse un baño turco y lugar en el que nosotros viviríamos “la experiencia”.

Interior del hamman Çemberlitas de Estambul

Según llegamos, pagamos nuestra respectiva entrada y como de la nada, 2 señores cincuentones de pelo en pecho aparecieron para agarrarnos de la mano y llevarnos hasta unos cuartitos donde nos cambiaríamos y cerraríamos con llave nuestras pertenencias.

¡Camon, camon, rimuf de clots and godaun!”. Es lo poco que le entendí a aquel hombretón con prisa entre mucho “bodylanguage” y gestos con las manos. En mi opinión creo que lo que realmente quería decirme era algo así como “ven aquí chiquillo que te voy a dar la del tigre y me quiero ir ya a casa que son casi las 11 de la noche”.

Tras desvestirme y repetirme a mi mismo 1 millón de veces “donde te has metido, dónde te has metido”, quedé en peloti picati junto a unas chanclas negras que me dieron y un único trapito de cuadros rojos y azules tipo mantel que sería el encargado de cubrirme el kebab.

Vestuario donde te cambias la ropa en el hamman Çemberlitas de Estambul, con un banquito, mesita y percha

Tras salir del cuartito, me sentí como cuando era pequeño y mi madre me llevaba por las orejas a duchar. Aquel hombre vino hacia mi, me agarró de la mano como si no hubiera mañana y entre sonidos raros y vapor de agua llegué a una enorme habitación de marmol, mucho vapor y luces que entraban por unos agujeros del techo.

Esos sonidos raros eran los gritos del pobre de mi amigo Manolito. “¡Migueeeel…! ¡Este tío me mataaaaa….! ¡¿Pero yo que te he hecho a ti chiquillooooo??!! Me va a poner la contractura del revés!”. Ante semejante panorama sólo pude mirar hacía aquella preciosa bóveda del hamman y decirme a mi mismo:“Ay dios miooo…..”. Entre tanto, me viene el hombretón y entre sonidos turcos y algún que otro gesto me viene a decir algo así como “date la vuelta y ponte boca a abajo”. En ese momento me dije: “Y encima pagando. En fin, que sea lo que Dios quiera. Aquí paz y después gloría.”.

El momento de la verdad había llegado. El hombretón empezó con lo que viene siendo un masaje paliza en toda regla. Os juro que había partes de mi cuerpo que no sabía que crujían. Qué barbaridad.

Tras la paliza lateral me da una palmadita en el culete y me dice: “turn araunnd”. Osea, “date la vuelta chiquitín”. Ahora lo tenía cara a cara. ¡Ven aquí valiente! Y en ese momento el tipo decide tumbarse con las manos sobre mi barriga hasta un punto en el que creía que me salía el hígado por las orejas. Venga apretar y venga apretar. Qué barbaridad. Casi me desinfla. Al pobre Manolito le escuché decir varias veces que tenía el páncreas en el cuello.

Tras el momento “taberna de osos”, experiencia que creo que no tendré de nuevo en mi vida, llegó el turno a las burbujas y el famoso baño de espuma.

Baño de espuma en el hamman Çemberlitas de Estambul

¿Queréis saber lo que siente un tenedor cuando lo estás fregando con mucho mucho mucho fairy? ¿Habéis pensado alguna vez en ese pobre plato sopero que friegas y friegas hasta dejar como los chorros? ¿Has pensado alguna vez qué siente una cuchara dentro de un friegaplatos?

No, ¿verdad? Pues os aseguro que por un momento yo me puse en el pellejo, literalmente de esos pobres y discriminados utensilios de cocina.

Baño de espuma en Çemberlitas hamami

Como cuando limpian a un perrillo en una clínica veterinaria. Así me sentí yo. “Dont guori maifrend, bi clin bi clin and relax…” me decía el buen hombre con unos zurriagazos de jabón y unos meneos de espuma que me dio con una súper esponja esfoliante que casi me arranca el moreno del año 2035.

Por un momento regresas a la infancia al ver como un hombre mayor te limpia y por otro, te ves envuelto en una extraña situación de ritos en la que te cuestionas si todo ese proceso es realmente necesario o no. Pero tras unos minutos de jaboneo, magreo y crujida de huesos llegas a la conclusión de que lo mejor es no pensar, dejar que ocurra y admitir que hay cosas en el mundo que ocurren porque sí sin tener ningún trasfondo de lógica ninguna. “Ay omá”, me dije yo.

En mitad de un baño de burbujas en el Hamman turco de Estambul

Tras acabar como un una enorme bola de espuma, el panzón me volvió a hacer gestos de que había que salir de allí, me pegó un cubazo de agua y volvió a cogerme de la mano abandonando el precioso interior del hamman.

Allí me esperaba Manolito con el siguiente mensaje: “Prepárate”. El amigo Sancho volvió hacia mi y me señaló un banquito de mármol caliente y con cara de “ahí todavía hay mierda” me volvió a fregotear con espuma, más espuma y más espuma. Yo no entendía por qué razón me volvía a rebozar. Creo que aquel día hubo mugre de mi cuerpo que no sabía que existía.

Lleno de espuma dentro del Hamman Çemberlitas y su baño turco

Tras el nuevo frote, de nuevo un cubazo de agua y con un tortacín en la espalda y un “das rait, ¿good? Ooooookeeey……” Acto seguido se despidió de mi con una risilla de cabroncete que jamás olvidaré.

En resumen, 15 minutos de reordenamiento de órganos y grupos óseos del cuerpo que no sabías que existían. Intenso lavado que tu serías capaz de hacerte pero que otra persona del mismo sexo se empeña en hacer de forma exacervada y que aunque te resulte inexplicable debes dejar pasar.

¿Repetiría? Hombre… yo creo que una vez y no más pero… si es tu primera vez en Estambul… la experiencia, pero sobre todo, la anécdota, creo que es impagable.

NOTA: La 2ª, 3ª y 4ª fotografía nos la cedió el propio hamman por correo electrónico ya que debido a la humedad era imposible hacer fotografías