Tras un precioso primer día de cuento en Hallstatt, entre copitos de algodón, nuestro último día en Austria amanecía con un sol espectacular, carámbanos derritiéndose y pequeñas prímulas floreciendo entre la nieve del día anterior en el que para muchos es el pueblo más bonito del mundo. Qué decís, ¿exagero? Mirad… 🙂
Cada centímetro cuadrado del pueblo austríaco de Hallstatt parece haber sido pensado para atraer turismo como si de un parque de atracciones se tratara. Nada parece casual. Por momentos es fácil caer en el pensamiento de: «¿Estaré en un escenario de Disney, Portaventura o Universal Studios y aún no lo se?».
Desde las cortinas que colocan en sus pequeñas ventanitas al color de sus puertas. Las gateras que recorren las fachadas para que los gatos entren y salgan de las casas. La forma en que apoyan las bicicletas en los rellanos de esos maravillosos caserones de madera. Todo, parece un escenario de mentira. Hay quienes se refieren a este pueblo como Hallstatt, el pueblo que parece una maqueta. Y no, no lo es. Hallstatt es real.
Aquella fría, pero soleada mañana de Abril, el cielo nos dio los buenos días, azul, intenso 🙂 La montaña, blanca, radiante, con su gélida brisa, hizo lo mismo, majestuosa. Y así, con las pilas cargadas a mil por hora, salimos bien abrigados con la ilusión de ver al que posiblemente es el pueblo más espectacular del mundo vestido de gala.
Entre olor a leña y sus callecitas aún sin transitas, iniciamos nuestra caminata por el pueblo disfrutando del color de sus fachadas bañadas por el sol de la mañana. En cada esquina había algo bonito. Cada rinconcito algo guardaba. Los austríacos son muy detallitas y decoran sus casas como si fueran a salir en revistas de IKEA.
De no ser por la intensidad del turismo chino en esta zona, yo diría que este lugar bien podría ser el lugar perfecto para un retiro espiritual donde meditar y dejar pasar el tiempo sin que nada ni nadie te importase.
Sus cisnes, nadando sobre las tranquilas y cristalinas aguas del lago Hallstätter… «¿Has visto eso? ¡Son cisnes!», le exclamé a mi madre por primera vez. Era tan bonito que no me podía creer que esos cisnes estuvieran ahí porque sí. «Pero por favor, alguien los ha tenido que poner ahí para la foto», nos decíamos 😀
Los austríacos a veces parecen serios, grises y cuadriculados. Cada vez que pienso en el día en que me gritaron por ir a 45km/h en una carretera “no habitada” de 30km/h… Sin embargo, ves sus casas y automáticamente piensas: ¿Esto lo han pensado e ideado ellos? Tal vez todo sea fachada y bajo esos rostros estrictos haya mentes llenas de color y fantasía como las de esta preciosa casita.
Y estos mismos detalles que veis en sus casitas lo notaréis también a la hora de llevaros recuerdos del país. Aquí, al margen del típico imán cervecero para la nevera encontraréis auténticas preciosidades artesanales. Y a mi madre… como no, estas cosas le pierden. Si te gustan los pequeños detalles, este pueblo esta cargado de pequeños souvenirs manuales de porcelana, cristal o tela.
Las horas del reloj poco a poco corrían hacia la media mañana y entre rincón y rincón -y atentos a este…-, continuamos caminando en dirección al muelle del lago.
Majestuosos y elegantes, nos recibieron los cisnes al llegar con sus plumajes abiertos hacia el sol, blancos, inmaculados 🙂
Y así, bajo un sol radiante, suaves destellos sobre el agua y el tintineo del deshielo de la nieve del día anterior cayendo desde los tejados, partimos desde el muelle de Hallstatt para adentrarnos, suavemente, en el interior del lago Hallstätter.
Este recorrido hasta la estación del tren que hay al otro lado del lago es sin duda una de las mejores cosas que hacer en Hallstatt. Las vistas desde el lago son… maravillosas 🙂
Fijaos cómo se ven las vistas de Hallstatt desde el lago. Rodeado de montañas, el valle al fondo… impresionante, ¿verdad? Los que lo definían como un “pueblo de mentira” no exageraban. Parece irreal.
Al llegar al otro lado, el barco se detuvo para dejar a los pasajeros que tenían la intención de tomar el tren. Nosotros, como sólo habíamos optado por el recorrido panorámico, aguardaríamos en el barco esperando al retorno. Mientras tanto, con el barco en calma, las aguas del lago se asentaron y como si se tratara de un espejo gigante, montañas, cielo y nieve se replegaron sobre la superficie como un “doble paisaje” capaz de derretir a la más insensible de las retinas.
Ahí lo tenéis, el precioso castillo Grub y los 1126 metros de altura del monte Wehrkogel al fondo, nevados, imponentes.
Tras 10 minutillos de espera, de nuevo, el barco inició el regreso al puerto de Hallstatt.
En la siguiente imagen podéis ver la zona donde estábamos durmiendo. ¡Vaya lugar al verlo desde el lago! Nuestra casa es una de las que se ven abajo junto al agua, ¡y muchísimo más barato que si dormís en el propio pueblo! 🙂
Pero para estampa, la de la famosa Kirche Hallstatt, la iglesia evangélica del pueblo y su archifotografiado campanario.
Ya en el puerto, optamos por caminar y seguir descubriendo el pueblo en lugar de meternos en las minas de sal o ir en busca de las cascadas del rio Mülbach, que según las guías son dos de las mejores cosas que hacer en Hallstatt pero que a mi modo de ver, con un día como el que nos había salido… eran totalmente secundarias frente a lo que el pueblo te ofrece en si, totalmente gratis 🙂
Este pueblo es un lugar ideal para reflexionar en busca de por qués. Del por qué sociedades como las nórdicas o centroeuropeas son como son. Cómo tras tantas guerras como han vivido siguen siendo vanguardia en el mundo. ¿Qué tienen? Tal vez esta imagen os de alguna pista. ¿Qué veis?
La respuesta, a mi modo de ver, es simple: cuidan los pequeños detalles. Piensan en todo. Por qué dejar una ventana con cortinas o persianas cuando la puedes decorar así para que cuando las personas paseen junto a ella la vean bonita. ¿Por qué no decorar hasta la veleta de la casa? Son gestos simples que cambian la perspectiva de las cosas y eso, cuando lo ves por todos lados, creedme que se nota
Es una calle, ¿qué más da? ¿Por qué no la cuidamos y la mantenemos limpia? El sentido del respeto, del buen gusto y la educación de esta sociedad se plasma en los pequeños detalles. Por eso pasear por un pueblo así te da esa perspectiva.
Sociedades así son las que crecen. Sólo así, países como Austria, lograron emerger de guerras. El dinero no lo es todo, y eso, en pueblos como este, lo ves en esquina por esquina, ventana por ventana y mirador tras mirador.
Y entre tanta explicación, paseando, hemos llegado al mirador de la ciudad desde donde tendréis una de las panorámicas de uno de los pueblos más bonitos de Europa y posiblemente, del mundo.
Fijaos qué preciosidad de tejaditos aún con pequeños neveros del día anterior, sus ventanitas y balcones de madera.
Del mirador continuamos caminando por la calle Gosaumühl, la calle principal del pueblo que lo atraviesa de extremo a extremo como una enorme y preciosa columa vertebral.
Caminando por esta larga calle veréis algunas de las casitas más bonitas del pueblo y entre cada una de ellas, siempre, una parte del lago se aparecerá entre reflejos y destellos azules como si de magia se tratase.
Entre paseo y paseo, poco a poco la hora de comer se acercaba pero antes, le dije a mi madre de poner rumbo al cementerio del pueblo ya que en él había algo que no me quería perder y que junto al cementerio de Praga, lo convierten, con diferencia, en uno de los cementerios más curiosos de Europa. Ya veréis por qué…
Camino del cementerio, el omnipresente campanario de la iglesia asomaba entre los tejados formando postales inolvidables lo vieras desde donde lo vieras.
Y hablando de omnipresentes, fijaos 🙂 ¿Sabéis qué son? Las llaman «el azafrán loco«, una flor de montaña que es, ¡la viva muestra de la Primavera!
El Invierno poco a poco se despedía de Austria y las primeras flores de la primavera asomaban allá donde miraras entre las rocas de la montaña.
Finalmente, dejando a un lado la calle Gosaumühl, subimos por la preciosa Kirchenstiege, posiblemente una de las calles más bonitas de Hallstatt, y continuamos hasta el viejo cementerio de Hallstatt cuya historia os la cuento a continuación.
La visita al cementerio de Hallstatt es una de esas cosas imprescindibles que ver en Hallstatt ya que posiblemente es uno de los lugares más curiosos y famosos de Austria debido a que desde el siglo XII, los cuerpos de este cementerio se exhuman 10-20 años después de su enterramiento con objeto de dar espacio a más personas ya que el espacio en el cementerio es muy limitado.
Tras la exhumación, los cuerpos son limpiados y separados en una cripta donde a modo de osario se almacenan y exponen al visitante.
Pero la cosa no acaba aquí. Cada cuerpo se identifica con una pintura que se inscribe craneo por cráneo con la fecha de defunción, el nombre de la persona y una hoja de yedra (vida), rosas (amor), laurel (gloria) o encina (gloria) como elemento decorativo.
Os aseguro que entrar a un sitio así es una experiencia. Menuda jildama.
Imaginaos la friolera de 1200 calaveras metidas en una habitación de poco más de 20m2 desde el año 1720. Casi nada 😀 Como dato curioso nos dijeron que la última calavera en meterse aquí era de 1995. A día de hoy al personal le da algo de yuyu acabar en un sitio así y todos acaban siendo incinerados en Salzburgo. Pero bueno, cambiando radicalmente de tema, mirad muy atentos a la siguiente imagen:
Digamos que es mi foto favorita en el pueblo de Hallstatt. Al salir del cementerio, en la misma calle Kirchenstiege, cuando nos dirigíamos ya para comer, encontramos a este señor hablando con su gato, tranquilo, mientras ambos miraban al lago. Qué mix de sensaciones. Me dije a mi mismo: «¿Qué se dirían? ¿Sería feliz ese señor?». Os juro que un mar de sensaciones e interrogantes me recorrieron el cuerpo. Por un lado sentí como soledad, por otro paz, por otro tranquilidad… empaticé mucho con este señor y mil y un sentimientos me recorrieron sin saber por qué.
Desde allí continuamos hasta la Markplatz, la plaza del pueblo y posiblemente la plaza más bonita, llena fachadas y puertas de colores.
Serían las 13.00h más o menos, teníamos un hambre que nos habríamos comido al Mani empanao y ya que habíamos oido que no nos podíamos ir de Hallstatt sin probar sus truchas… nos metimos en el restaurante de la calle Oberer Marktplatz donde nos sirvieron un menú austríaco extraordinario.
Como entrante pedimos una riquísima sopa de queso calentita para ir abriendo cuerpo…
Mi madre pidió el famoso Wiener Schnitzel o lo que es lo mismo, una especie de San Jacobo austríaco 😀 Muy, muy típico, por cierto.
Y yo, como no me quería ir de Austria sin probar la trucha, tiré la casa por la ventana y me pedí la especialidad de la casa.
La trucha en Hallstatt tiene muchísima fama ya que las aguas de su lago son muy frias, de aguas puras y muy profundas. El precio… nada barato. Un plato de buena trucha puede venir a costar 20-25€. «Ya puede estar buena la joia», me repetí a mi mismo una y otra vez cuando la pedí 😀 Y afortunadamente, sí, lo estuvo.
Tras un señor almuerzo, la tarde poco a poco comenzó a caer en Hallstatt. Aquí, el sol se oculta pronto tras las montañas y la oscuridad llega al pueblo con relativa facilidad. Un último paseo por el pueblo, entre sus callejas y rincones, como este. Fijaos qué maravilla.
Atrás dejamos el pueblo y ya de regreso al apartamento, decidimos pasar lo que restaba de día en el jardín de nuestra casa contemplando el lago y el pueblo al otro lado del lago.
El viajero y escritor Franz Satori describió a Hallstatt de la siguiente manera en 1813: «Todavía he de encontrar un lugar tan peculiarmente situado como Hallstatt. Las casas parecen montarse unas sobre otras, construidas tal y como están sobre la ladera, en su estrecha orilla colgadas como nidos de golondrinas y reflejadas sobre el esmalte verde del lago». Mejor descripción, imposible 🙂
El explorador Alexander Von Humboldt fue el primero en denominar a este lugar como: “el pueblo más bonito a orillas de un lago”. Y ciertamente, podemos confirmar que lo es.
La tarde, plácida, poco a poco fue cayendo. Los últimos rayos de sol desaparecerían sobre las cristalinas aguas del lago Hallstätter.
Este post y todo los recuerdos que allí vivimos lo dedico por completo a mi madre, quien hizo de Hallstatt el recuerdo tan bonito que a día de hoy es para mi.
En los viajes, la compañía es también parte del paisaje y por eso quería dar un pequeño toque personal a este post con lo que mi madre significó para mi en este lugar. Sólo con su sonrisa, su manera de contemplar las cosas y su sentido del humor, Hallstatt ya no es que sea el pueblo más hermoso del mundo sino también, el más especial. Al menos, para nosotros. ¿Verdad mamá? 🙂
¿Quieres ver nuestro vídeo de Hallstatt? ¡Dale al play!
Por aquí os dejo el vídeo de nuestro viaje por Hallstatt, el pueblo más bonito de Austria. Espero que os guste y no babeéis mucho con los paisajes 😉
¿Os ha gustado? Mola el dron por esos paisajes, ¿eh? Si queréis estar al loro de más vídeos como este suscribiros a nuestro canal.
Información practica si quieres ir a Hallstatt
A continuación os dejo una serie de preguntas que me habéis hecho muy frecuentemente por email después de mi viaje a Hallstatt. ¡Espero que os sean de utilidad y si tenéis alguna otra duda concreta, escribidme en comentarios!
¿Cómo llegar a Hallstatt?
Para llegar a Hallstatt podéis hacerlo desde Salzburgo o bien desde Munich. Desde ambos lugares tenéis alrededor de 2h y media. Se puede llegar en tren pero lo ideal es llegar en coche de alquiler con que yo reservé a través de este comparador que suele hacer descuentos del -15% en las empresas de alquiler que aparecen. Os recomiendo haceros con un navegador Tomtom Go o si no lo tenéis que os instaléis en el móvil la app de Maps.me y llegaréis sin pérdida a Hallstatt.
¿Cual es la mejor época para viajar a Hallstatt?
Hallstatt es perfecto para ser visitado en cualquier época. Personalmente los meses entre Febrero y Abril los veo perfectos. Nosotros fuimos en Febrero y pudimos disfrutarlo con sol, tal y como véis en este post, como con nieve, que es una maravilla.
¿Donde dormir en Hallstatt barato?
Hallstatt es un pueblo caro para dormir. Como opciones os sugiero que busquéis en la calle Seelände, a 10 minutos andando del centro de la ciudad, junto al lago. En la siguiente imagen, la zona verde corresponde al pueblo y la parte izquierda, con la montaña nevada, es la zona de la que os hablo donde dormíamos nosotros.
Nosotros hicimos noche en este apartamento de madera a sólo 30 segundos del borde del lago ¡Una maravilla y súper traquila! Mucho más barato que en el pueblo y sobre todo fácil de aparcar. Otra opción también muy bien ubicada es la pensión Weisses Lamm, con parking propio y precio de lo más lowcost de Hallstat.
El apartamento es para dos personas, si sois más, podéis chequear la Pensión Simoni que para grupos está genial; o ya por último, tal vez pueda interesaros el maravilloso Seehaus am Hallstätter See en el propio pueblo con vistas al lago y ubicación de cine dentro del centro de Hallstat.
Si te ha gustado este post, también te gustará la versión de Hallstatt en Invierno. Y no olvides seguirnos en nuestra cuenta de Instagram donde publicamos muchos más reportajes como este! Buen viaje viajeros!