A lo largo de mi periplo marroquí y concretamente, de nuevo en la grandísima y enrevesada medina de Fez, tuve la oportunidad de presenciar las buenas artes comerciantes de nuestros vecinos marroquíes en una serie de visitas que realizamos a lugares de artesanía local. Es alucinante como se desenvuelven en Español, Francés e inglés, dominando frases del tipo «Más barato que mercadona» o «Esto son productos chachipiruli Juan pelotilla».
El primero de los lugares de artesanía que visitamos fue un taller de alfombras. En una sala inmensa, de 2 plantas y con enormes alfombras colgando de todos sitios, un par de señores se pusieron a explicarnos la elaboración de estas, sus calidades, modelos, etc… Nos sirvieron un té y el que quiso pudo comprar alguna alfombra.
A nuestra salida continuamos nuestro recorrido por las callejuelas de la medina. Algunas calles eran tan estrechas que no medían más que mi antebrazo. Tal como comenté en el post que dediqué a Marruecos caminar por libre por la medina de Fez el algo de lo que uno debe estar muy seguro puesto que perderse en ella puede llevarte hasta 2 horas para encontrar la salida. Según nos comentaron, en ocasiones hasta los propios habitantes de esta llegan a perderse teniendo dificultades para salir de ella. Es un laberinto en toda regla.
Nuestro paseo nos llevó de nuevo a un taller de artesanía local, en este caso, de orfebres del bronce. Una fantástica tienda de objetos de bronce, como bandejas, lámparas y demás cajitas y utensilios marroquíes hechos completamente a mano y como no, acompañados de un discurso por parte de los comerciantes que no tuvo desperdicio.
La hora de comer se acercaba pero antes, pasamos por uno de los sitios, que tal como comenté en el primer post de Marruecos, más me han impactado en mi vida. Hablo de los curtidores de pieles.
Nos comentaron muy resumidamente lo que íbamos a ver y pegándome como una lapa al tipo que nos conduciría al taller de pieles, comencé a subir por una escalerilla que no me presagiaría en la vida el espectáculo tan alucinante que iría a ver minutos después.
Una espectacular balconada apuntaba a modo mirador sobre unas 70 tinajas de medio metro cargadas de tintes naturales como amapola o azafrán, amoníaco y caca de paloma que curtirían la piel ayudadas de un operario que con tales líquidos hasta las rodillas y en bañador.
Una ramita de hierbabuena para sobrellevar la peste que estas soltaban y una buena dosis de venta marroquí fueron la guarnición de tan impresionante espectáculo visual y humano que a nadie dejó indiferente.
Después del almuerzo, continuamos con nuestro recorrido a través de las callejuelas y pasadizos hasta llegar a una antigua posada de beréberes, hoy utilizada como telar y donde pudimos ver y comprobar el proceso de elaboración de los pañuelos marroquíes utilizados para cubrirse el rostro o protegerse de las arenas del desierto. Estad atentos a las explicaciones de nuestro guía puesto que son muy interesantes.
Nuestro recorrido llegó a su fin con una estupenda visita a una fabrica de cerámica marroquí. Varias salas, una de modelado de vasijas, horneado y pintado de vasitos, tinajas y platos, nos enseñaron como se elaboran cada una de las piezas que vimos a lo largo de la medina.
Es un trabajo realmente exquisito, en el que jóvenes escultores se pasan el día dando forma y otro, pintando con finos pinceles azules cada uno de los dibujos de estos objetos sin ningún patrón que les guíe excepto su propia imaginación.