Marruecos. Tierra de contrastes

Periplo por las ciudades imperiales de Marruecos: Tanger, paradita en Chefchauen, Meknes, Fez, Rabat y regreso por la costa marroquí por Asilah.

Marruecos ha sido algo más que un viaje, ha sido toda una experiencia. Acostumbrado a lo urbano, a la losa de cemento, a los semáforos, terracitas con cartas con cifras de muchos ceros y gente de pitiminí, edificios de altas plantas, el estrés de los metros de las grandes ciudades, el orden….. el plantarme en Marruecos simplemente cruzando un ferry desde Tarifa ha conseguido descolocarme como nada, lo mirara desde el punto de vista en que lo mirara, llegas allí y parece que has dado un salto en el tiempo. La vida en la calle, las costumbres, vestimentas, ritmo de vida… impresiona encontrar todo esto saltando simplemente el estrecho.

El viaje empezó a las 6 de la mañana, con un sueño que pa que… milagrosamente llegamos a tiempo a casa de mi madre, más o menos a eso de las 5.20 am. para sacar unos leuros en el cajero que posteriormente cambiaríamos por Dirhans (moneda de Marruecos y que al cambio equivale a 0,10€, es decir, 10 Dirhan = 1€ aprox) como de costumbre llamé a mi madre para decirle que ya habíamos llegado, que fueran bajando… esto no sin antes, gastarles una broma, poniéndoles voz de cansado y estresado, diciéndoles que nos habíamos quedado dormidos y que se fueran ellas, que no nos daba tiempo y que íbamos a perder el autobús. A mi madre ya la puse taquicárdica perdida. Después del ajetreo mañanero, bajan mi hermana y la mía madre y nos ponemos a pedir un taxi. Un buen hombre paró en Virgen de Lujan y nos llevó a toda prisa a nuestro punto de partida: Embajada de Portugal, exactamente frente al caballo (los “miarmas“, Sevillanos, me entenderán). Al llegar vimos un grupo de personas justo enfrente de la embajada y la verdad, a esas horas, tenían que ser de los nuestros. Efectivamente, lo eran. El autobús era un pequeño minibús, el viaje a Tarifa, lugar de partida, fue divertido, nos sentamos en los asientos del final y mientras tanto, deleité al grupo contando anécdotas del programa de Carlos Herrera en el que hablaban sobre “Casas Sucias”. Conté la anécdota de la señora de la limpieza que llamó al programa para contar que había limpiado en una casa en la que la madre de la casa, tenia dicho a sus hijos y marido, que no tiraran de la cisterna hasta que el vater no estuviera completamente lleno (entiéndase lleno como: “caquita a rebosar“). Tras mi comentario una señora de mediana edad que se sentaba en el asiento delantero giró su cabeza llevándose la mano a la boca a la vez que fruncía el ceño y fue entonces cuando me di cuenta que debía callarme.

Por el camino paramos en Vejer de la Frontera y atravesamos las estaciones eólicas de Tarifa, pasamos cerca de las playas de Bolonia y Zahara y fuimos bordeando la playa. Finalmente llegamos a la estación de Tarifa y allí, al bajar, empezó a entrarme el gusanillo al ver ese barco grandote y algún que otro moro bien vestido merodeando la zona. Después de rellenar una fichita y de esperar una media hora, por fin nos abren la puerta y podemos pasar la aduana y embarcar en nuestro Ferry.

El barco era mejor de lo que me esperaba, mi idea de ferry era algo cutre, algo como el barquito que va por el Guadalquivir pero más grande, el típico barco con la grabación de la Expo 92 que finaliza con el mítico “Niños gratis, Shildren Friii Ok, camón, adelanteee, adelanteee“. Pero la verdad es que no, el barco estaba estupendamente, pero bueno, tampoco es que yo me haya subido en demasiados barcos, mis experiencias a bordo de medios de transporte acuáticos de menor a mayor tamaño (a fecha 2009) son:

  • Colchoneta (si se le puede llamar medio de transporte)
  • Barca hinchable de los chinos, pero campeona, campeona, era muy grande, mi hermana y yo nos achicharramos en Marbella el día en que la estrenamos, estuvimos cerca de 1 hora en ella y nos costó la misma vida volver a la orilla.
  • Barca de pedales.
  • Barcaza de Coria (tarima de madera que se utiliza como pasarela de un margen a otro del Río Guadalquivir, con la que pasó cuando hago mis rutas en bici con mis grandes compañeros Coperiles,  Juanra y Jorge, a Coria)
  • Barcos turísticos, como el anteriormente mencionado de la Expo 92.
  • Barco que comunica Ayamonte y Portugal.
  • Yate turístico de Puerto Banús (algún día contaré la experiencia que tuve en él, no tiene desperdicio).
  • Carabela de exposición en el museo naval de Palos de la Frontera (Huelva).
  • Fragata de la marina del Ejercito Español.

Por lo tanto, cuando yo vi aquel Ferry, me quedé maravillado. Al entrar pasabas por delante del deposito de vehículos. Había de todo, desde furgonas con el típico petate de 2 metros encima del techo, hasta cochazos presumiblemente de algún morito adinerado, probablemente metido en negocios de buena procedencia y entiéndase como buena procedencia, tiendas de venta de plantas aromáticas, como el romero, el laurel, hierbabuena, etc… eso da mucho dinero, he llegado a esa conclusión, de hecho he plantado tomillo en el balcón.

Justo después de pasar por el deposito, subías una escalera y dabas con una especie de recepción donde te sellaban el pasaporte y te ponían el sellito de entrada al país. Después de esto, nos dimos una vueltecita y salimos a la parte exterior porque mi madre decía que se mareaba. Al salir un viento… madre mía. Diana por poco sale volando. Mientras tanto me dediqué a hacer fotos de la costa Española y para mis adentros patrióticos le dediqué un adiós, a mi querida España, aquella a la que iba a dejar por 4 días… (que bonito ma quedao dios mío, parezco todo un legionario). Después del tremendo vendaval, nos metimos para adentro y nos sentamos en la planta baja del barco junto a una ventanita. El viaje no fue muy largo, unos 40 minutos aproximadamente.

Por fin llegó el barco y la verdad es que “oh sorpresa” cuando vi la costa. Aquello parecía el Benidorm de los años 60. Algunos edificios eran acojonantes, por lo menos de 20  o 30 plantas. No se veían excesivamente cuidados, pero bueno, la sensación de verlos todos juntitos en pelotón era bastante sorprendente, tal vez porque la idea que traía uno de Marruecos y más siendo la primera vez que salía de Europa, era otra. Precisamente esa otra idea  y esa serie de prejuicios que traía ya de España fueron con los que me encontré nada más bajar del barco. La parte del muelle si era un poquito más lo que yo me esperaba. Las primeras mezquitas asomaban por la ciudad y el orden de los edificios se perdía como si fuera una redecilla de casas puestas al azar sin orden alguno y con un montón de parabólicas.

La bajada del barco fue un poquito desconcertante. No había nada claro, no sabíamos muy bien donde ir porqué no veíamos a nadie de nuestra compañía de viajes, pero bueno, finalmente todo salió bien, no nos separamos del grupo de personas que venía con nosotros en el autobús de ida y finalmente fue a mi a quien se acerco un moro con pintas de mafioso. El nota iba con gafas de sol, camisa en plan Ace Ventura, carilla de talibán y zapatos de pico acompañado de vaqueros de pitillo, de esos gastaos que te los encuentras a 6€ en el charco de la pava. Os haría un retrato robot, pero la verdad es que no tengo demasiadas ganas, con eso os lo imagináis. La verdad es que tal como se me acerco el tío casi lo mando al carajo, porque por las pintas pensé que me iba a vender droga (lo había leído mucho por Internet, traía la cabeza loca de tantas cosas que había escuchado y leído). Cuando quise escucharle, me dijo que de qué compañía venia y con tono de a ti que te importa le dije la compañía y seguí para delante. Oh casualidad! el tío era de nuestra compañía. La madre que lo parió. Ni cartelito ni nada, el colega iba preguntando aleatoriamente a la gente y si eras, pues eras y si no, pues ya le encontrarías. Menos mal que lo encontramos pronto. El tipo nos dirigió a otro autobús más grande de color blanco y allí nos quedamos, cada uno en su sitio. Allí había gente de otras provincias que también habían contratado el mismo paquete que nosotros. Y bueno… esperando a la gente que faltaba (evidentemente, cómo no íbamos a esperar con tal desorden, cualquiera adivinaba que Mohamed Atta era de una agencia de Viajes) conocimos a un matrimonio de profesores de Granada la mar de agradables y que en el futuro de nuestro viaje iban a desempeñar un papel muy importante de cara a lo que nos aguardaba.

Al poco llego nuestro guía Neil. Se presentó y a bote pronto me dio la impresión de que no tenía ni papa. Fue verle y tras la experiencia del amigo talibán que con tono de vender maría te preguntaba la agencia de viajes, pensé que el tipo iba a ser un mero acompañante… pero la verdad es que no fue así. A lo largo del viaje demostró estar a la altura, nos transmitió con un lenguaje cercano, fácil de entender, pausado y ordenado, no solo lo que veíamos, que la verdad, la realidad ya hablaba por si sola, sino los entresijos de la sociedad Marroquí, la vida del Islam, las costumbres, el significado de las cosas… en fin, nos abrió los ojos e hicimos que esa realidad llena de prejuicios que traíamos de España empezáramos a verla de otra manera, entendiendo el porqué de las cosas y de todo lo que íbamos viendo.

Finalmente, tras una pequeña espera en la que aproveché para hacer mis primeras fotitos, salimos rumbo a nuestro primer destino, Chefchauen.

El trayecto fue divertido, primero atravesamos Tánger por medio de la ciudad y a medida que avanzábamos íbamos viendo donde nos habíamos metido. Las letras árabes inundaban los carteles y un reguero de chilabas de todo color recorrían las calles. En ese momento pensé lo mismo que el día en el que fuimos a Gibraltar. Me parecía mentira que simplemente cruzando el estrecho en aquel Ferry hubiera aquel mundo, aquel contraste tan tremendo. Algo así te lo puedes esperar cuando coges un avión por ejemplo a Túnez, Egipto, Arabia… pero un charquito de agua de 14 km nos separa de aquello, separa Oriente de Occidente.

Una vez pasado Tánger nos metimos de cabeza en las carreteras de montaña Marroquíes. Por el camino, mientras atravesamos estas carreteritas, el guía nos explicó que por allí había enormes plantaciones de maría, al parecer en Marruecos no es ilegal la plantación de maría siempre que sea para el consumo personal. En Marruecos hay más de 100.000 hectáreas de María plantadas. Llegando al pueblo pudimos encontrarnos con multitud de personajes y situaciones de lo más variopintas que hicieron el trayecto una aventura ya que lo mismo te encuentras a una vaca cruzando la carretera, que un grupo de niños jugando a la pelota en el arcén, tenderetes de supersandías y fruta en general, gente caminando por medio de la calzada como Perico por su casa, sin mirar a los lados y con actitud vacilante y un sin fin de vehículos del año y la forma en que lo pidas con conductores candidatos a concurso sonrisa Profident.

Chefchauen, la ciudad azul

Nuestro destino, Chefchauen o Chauen, como lo quieras llamar, significa “los cuernos” porque se encuentra en la falda de 2 pequeñas montañas que terminan en pico y que hacen la forma de unos cuernos. Chauen es un pequeño pueblo de color Blanco y Celeste que se encuentra a poca distancia de Tetuán, ciudad que dejamos a la izquierda camino de esta, y es famosa por el color de sus estrechas y empinadas calles. Chauen se encuentra en la cordillera del Rif, cadena montañosa que se encuentra en el norte de Marruecos y esta regadita de serpentinas y mareantes carreteras que nos pusieron el estomago (al menos a mi) boca abajo.

Una vez en el pueblo, el autobús nos dejo en la entrada de una puertecita que conducía a la ciudad y poco a poco caminando por sus calles fuimos descubriendo un pueblo con un encanto exótico alucinante. El ver a las mujeres marroquíes con sus chilabas de color chillón rodeadas por esas paredes en color azul celeste y blancas… vamos, la estampa de aquello era algo excepcional.

Cómo anécdota graciosa de nuestra visita a Chauen, tengo que destacar el hecho de comprobar el dominio de idiomas de la gente de este país. Es algo tremendo. Son capaces de hablarte en Inglés, Francés, Alemán, Coreano o Vietnamita, y lo que es mejor, que conocen cosas tuyas, de tu país de origen, que utilizan para encandilarte, caerte bien y conseguir su único propósito que no es otro que hacer negocio contigo en un sentido u otro. Como ejemplo de esto que os comento, fueron una serie paradas fortuitas que me hicieron en la calle, a modo de “placaje verbal”, en el que me intentaron vender unos llaveritos con la excusa de que era “más barato que Mercadona!”. El dichoso moro sabía lo que era Mercadona y que era lo más barato para nosotros. Acto seguido me para un señor y me dice que por favor le haga una foto a su tienda. Me dice que él lo que quiere es publicidad y que en su tienda tiene cosas muy “chulá“, que nos acerquemos, que son cosas “chachipiruli Juan pelotilla”. Yo me quedé de piedra.

Camino a Meknes

De Chauen a Meknes aún quedaban muchos kilómetros y lamentablemente por carretera, pero esta vez, no se nos hizo tan largo como esperábamos ya que entre nuestros compañeros maestros de Granada y Neil, nuestro guía, se produjeron una serie de conversaciones en las que nosotros participamos en calidad de oyentes, puesto que estábamos sentados justo detrás de ellos, que nos hicieron el camino muy entretenido.

El guía contó cosas alucinantes y curiosas de la vida en Marruecos. Una de las cosas que contó fue la historia de un medico tela de cabrón (perdón por la expresión, pero es que no merece otro calificativo), que hacía ver a sus pacientes, mujeres embarazadas en este caso, que el parto tenía que realizarse forzosamente mediante cesárea. Allí en Marruecos este tipo de operación no es gratuita y todas sus pacientes abonaban la cantidad a este para poder dar a luz. Al parecer este médico continuó así durante años hasta el punto de enriquecerse y lograr montar una clínica privada.

Otra anécdota curiosa y que demuestra de nuevo la picaresca de esta gente, es la historia de muchos maestros en Marruecos. El salario medio de un maestro en Marruecos es el equivalente a 300€. Son sueldos bajísimos. Al parecer muchos maestros del país consiguen salarios extra enviando cartas a los padres de sus alumnos haciéndoles ver que sus hijos necesitan clases particulares. Estos se ofrecen a impartirles ellos mismos las clases a cambio de una cantidad y por lo general los padres suelen aceptar. Es una práctica común.

A medida que avanzábamos por la carretera la conversación continuaba y continuaba y Neil contaba interesantes curiosidades del país a nuestros amigos granaínos, gran parte de estas cosas eran contadas por parte del guía gracias a la pericia de las preguntas de nuestro amigo granaino, que de manera sutil, poco a poco iba haciendo preguntas a cual más comprometida y para las cuales todas tenían respuesta. Una de las cosas que preguntó este señor fue el hecho de que por la carretera se observaba a mucha gente por la calle sin hacer nada, es cierto, tu caminabas y había mucha gente sentada en los polletes, muchísima, tuvieran la edad que tuvieran. La respuesta a esto, es simplemente que en Marruecos hay mucha gente a la que sencillamente y aunque suene duro, no les merece la pena trabajar. Ganarían tan poco que no les llegaría ni para cigarrillos, entonces hay gente que prefiere no tener que levantarse a las  7 de la mañana y estar al pie del cañón prácticamente toda la semana y buscarse la vida de otra manera.

Llegada al hotel en Meknes

Ya en Meknes, bajamos del autobús y nos dieron las indicaciones para pillar las llaves del hotel, tuvimos que rellenar una ficha, dar nuestros datos, etc… El hotel se llamaba Zaki***. Es muy parecido al estilo de hoteles que te puedes encontrar por la costa andaluza en cuanto al diseño árabe. Por dentro estaba decorado de lujo. La decoración era chulísima pero en cuanto a mantenimiento… deberían de darle un poquito más de caña.

El hotel para que os hagáis una idea estaba construido en una pequeña ladera, tu entrabas y te encontrabas con una planta principal, donde estaban la recepción, restaurante, terraza y bares-tetería, y otras 2 plantas que iban hacia abajo, es decir, la -1 y la -2. La -2, que era la que a nosotros nos tocó, estaba a ras del jardín donde estaba la piscina, etc. El hotel tenía una tetería, discoteca…. y muchas arañitas. Vaya guerra que dieron las puñeteras arañitas de los coj…. En el caso de la habitación que nos tocó a Diana y a mi tan sólo vimos una el último día, pero la habitación de mi madre y mi hermana… madre mía. No solo había arañones por todo el cuarto, en concreto por la parte de detrás del váter, sino que hubo un día que entró agua desde el jardín. Tuvo que venir la versión Jammalajammala de la señorita Rotelmeier , encargada de la limpieza, y con una “fregoescoba” (nombre con el que bautizamos al artefacto con el que limpió el suelo, ya que era una mezcla de fregona y escoba) consiguió arreglar aquel desastre.

Fez, retrocediendo en el tiempo

La ciudad de Fez fue de lo más alucinante del viaje, concretamente su medina. Al menos así lo ví yo. La medina, casco histórico y parte más antigua de la ciudad, era nuestro objetivo para ese día. El autobús nos dejó a un lado de la ciudad y la atravesamos a pie detrás de nuestro guía. La experiencia fue muy divertida ya que el pasear por aquellas escarpadas, sucias y liosas calles, se hacia una aventura a cada giro que dabas. Era muy importante no despistarse del guía ya que nos contó que el hecho de entrar en la Medina de Fez era como entrar en un laberinto. Al parecer perderse en la medina de Fez puede significar el estar al menos 2 horas intentando encontrar la salida. Son multitud de pequeñas callejuelas, algunas del ancho de mi antebrazo e incluso calles bajitas, jeje, calles que tenias que agacharte para conseguir pasar. Según nos contó el guía, incluso algunos habitantes de la medina han llegado a perderse.

A medida que andabas encontrabas a los típicos pesados queriéndote vender de todo… collares, pulseras, llaveros, camellitos de cuero, etc… Nosotros compramos un camello de cuero que hemos puesto en la repisa del salón. Fue cachondo, porque creímos que le habíamos regateado bien al chico que nos los vendió. Inicialmente nos pidió 100 Dirhans por 1 camello, es decir, 10€ por un camello. Pero regateando, regateando conseguimos sacarle 2 camellos al precio de 5€. Es decir, un 75% más barato de lo que nos dijo el chaval al principio. Según había leído yo por Internet más o menos eso era lo máximo a lo que podías llegar a regatear pero ya el último día, cuando nos fuimos, vi esos mismos camellitos a 1,5€. El dichoso niño estaba vendiendo el camello casi 10 veces su precio!!. Pero bueno, aún así logramos sacar una buena venta y el chaval quedo contento.

Aquí en Fez fue cuando vivimos uno de los momentos más impactantes del viaje. Llegamos a un lugar en el que nuestro guía nos dejó en la puerta de un pequeño edificio al que llegamos recorriendo estrechas calles tras un señor que apenas hablaba español. Afortunadamente yo fui el primero en ir tras él y el primero en llegar a una balconada con vistas a la parte alta de la ciudad de Fez y en cuyos pies, estaba la zona de los curtidores de piel donde medio centenar de trabajadores estaba metidos hasta la cintura en grandes tinajas, metidas en el suelo, que contenían una mezcla de amoniaco, caca de paloma y tintes naturales que darían el color a los tejidos que en ese momento estuvieran metiendo dentro de las tinajas.

Fue increíble ver a esos hombres metidos en bañador en esas sustancias y sin protección alguna para ganar una mísera cantidad de dinero. Hay que estar desesperado.

Comer en Marruecos

Las comidas en Marruecos, por lo que pudimos ver, suelen comenzar con una serie de “ensaladas”, compuestas por legumbres, verduras y cremas. A continuación la carne o pescado, según donde te encuentres, si es zona costera o no. A lo largo del viaje pudimos comer paloma, cordero, pollo y ternera, el cerdo, como sabéis, esta prohibido en los países Islámicos. Normalmente estas carnes están acompañadas de arroz o cuscus, eso si, aderezado con una serie de especias muy picantes, prácticamente toda la comida tiene mucho picante, pero nada alarmante. De bebidas alcohólicas tampoco es que haya mucha variedad por el tema también de la religión y en cuanto a refrescos te ponen unas superfantas de naranja enormes. Si vais a este tipo de países tened cuidado con el agua en cuanto al hielo en bebidas y el precinto de las botellas minerales ya que en algunos sitios las rellenan sin que te des cuenta. Los postres por lo general son pequeños pastelitos de almendra, dátiles en algunos casos (cuidado que los hay afrodisíacos, a mi me intentaron vender unos por la calle) y fruta, mucha fruta, vaya sandías comimos el primer día.

Para terminar normalmente te ofrecen un te con menta o hierbabuena. El te con menta te renueva por completo, es como si te bebieras un batido de chicles orbit de menta. Suelen decirte si se quiere con o sin azúcar. A nosotros nos dijeron que lo pidiéramos siempre sin azúcar ya que  corríamos el riesgo de que nos lo pusieran demasiado dulzón.

Vaya nochecita

Cómo no iba a pasarnos nada trágico o semitrágico en alguno de nuestros viajes. Por mi parte, la tarde de la visita a Fez le di lo que vulgarmente se conoce como “el sarampión al váter por 2 ocasiones, debido probablemente, a algo que comí durante el almuerzo. Tenia la barriga que era una lavadora y esa noche solo comí una crema de champiñón en el buffet del hotel. Pero por la noche… madre mía. Vi todas las horas, escuche la llamada del muecín a las 4, la discoteca del hotel y cuando ya no podía más, fui al váter a evacuar por abajo, pero cuando estaba sentado, me entraron ganas de devolver, con tan mala fortuna, que al girarme de manera repentina, buscando el váter para vomitar… pumba! castañazo que me pegué contra un murito que tenia el váter a su izquierda y pedazo de brecha que me hice. Cuando llegó diana me vio vomitando y con sangre en la cabeza. Que barbaridad. Bueno pues así toda la noche. Gracias que llevábamos un botiquín, me curé la brecha y pude tomar medicinas para los vómitos y las cagaleras.

Rabat, occidente en oriente

Es la capital y desde mi punto de vista es la ciudad más occidental que tiene Marruecos, de hecho comimos en un McDonalds porque después de liberar oralmente la primera papilla que tomé pues ya no nos fiábamos de nadie. Es una ciudad segura, de grandes avenidas,  muchísimo menos estricta que el resto de ciudades en cuanto a la vestimenta de la mujer, se pueden ver empresas gordas y marcas reconocibles, etc…

Tuvimos tiempo para ver la ciudad tranquilamente e incluso el palacio real, donde pudimos ver la parte del “exceso” en contraste con la miseria de lugares como la medina de Fez.

Asilah, la ciudad del mar

Ya con las barrigas en mejor estado, emprendimos salida desde la capital rumbo a España pero no sin antes hacer una última parada en Asilah, una bonita ciudad costera con calles estrechas pintadas en azul, bonitos mosaicos árabes y espectaculares vistas de la costa en las que las olas rompían prácticamente a los pies de las casas.  Como curiosidad destacar la cantidad de restaurantes con nombre “tipical Spanish” que te podías encontrar por la zona: “Casa Pepe”, “Casa Paco”, etc… algo surrealista, pero al parecer muchos españoles emigraron y montaron sus negocios a la par de que hablaban el “jammala jammala”.

Pudimos ver las nuevas fabricas de Delphi, camino de Tanger (ahora sabemos la verdad de los despidos) y personalmente me quedé bastante sorprendido al ver la infraestructura urbanística y hotelera que se está perfilando en toda la zona costera del país imitando a la Marbella de oro de los años de Gil. Nuevamente este país, plagado de contrastes vuelve a dejarnos alucinados a ver semejantes urbanizaciones en tan fantásticas playas.

De nuevo subimos a nuestro ferry y ya camino de España, fuimos dejando la costa marroquí poco a poco, de la mano de un grupo de juguetones delfines que quisieron acompañarnos en nuestro regreso a Tarifa.