Nos las dábamos muy contentos con el hotel de Praga y la verdad sea dicha, todo apuntaba a ello ya que era de cadena española (Barceló), buena apariencia, buen trato, buena comida, habitaciones correctas, limpias, etc… como cualquier hotel de la cadena Barceló pero… como dice el dicho, la curiosidad mató al gato y nunca mejor dicho. Después de una agradable y placentera noche en él, despertamos, nos vestimos, las niñas bajan al buffet y yo, curioso e imprudente, decido, vete tú a saber por qué, asomarme de manera mágica a la ventana de la escalera de incendios del hotel, encontrándome con un regalito para la vista que iba a convertir las 2 noches que nos restaban en tan maravilloso hotel, en una auténtica delicia.
He dormido con pelos del cono sur de otra persona en mi almohada, con sonido de goteras, con 36 personas en una misma habitación, con ronquidos, con una polaca enorme que olia a galleta y un metrosexual que apestaba a una crema tropical insoportable, sin puerta en la habitación, nos han dado desayunos caducados, he dormido con arañas como puños, en el suelo, en la calle, peroooo…. con un cementerio por pared nunca y no volveré a hacerlo. Francamente, no era plato de buen gusto llegar al buffet por las mañanas, oler el pestazo a bacon y pensar que detrás de la pared del restaurante había una pechá de moridos. En fin, es divertido recordarlo ahora pero en el momento tócate los huevos.