Era nuestro segundo día por Yucatán (México). Mes de Junio y como suele ser normal, días que alternan lluvia y sol por fascículos. Lo mismo llueve, que de pronto para y por arte de magia, se abre cielo azul. Hasta entonces los dos primeros días los pasamos entre tromba y tromba de 6 minutos, alucinando con las ruinas y pirámides de Tulum, Chichen Itza, Coba y Ek-Balam, de las que muy pronto espero hablaros en profundidad, pero ese día, Victor, nuestro taxista al principio del viaje por México, quiso llevarnos a una de esas playas no masificadas de la costa de Yucatán, donde encontraríamos arenas finísimas, palmeras y horizontes paradisíacos.
Al medio día, nos esperaría un almuerzo de esos typical mexican, en un bareto donde solo almuerzan los mexicanos donde pudimos disfrutar de la versión mexicana de uno de mis platos favoritos, “Arroz a la marinera”.
Aquello, a parte de las delicias que ya llevaba (pulpo, calamares, langostinos, etc…) sabía a lo que no tenía. Nada más y nada menos que a fuego. Nos lo sirvieron en un plato de barro que conservaba el calor del mismísimo Big Bang. Aún así lo terminé enterito, un plato así no se deja en el plato y menos después del tute de día que llevabamos.
Con las pilas cargadas, pusimos rumbo a la llamada Playa paraíso, una de las playas más bonitas de Yucatán.
Jamás había visto una arena tan fina como aquella. Fue tocarla, mirar mis manos y tener la sensación de haber estado empanando boquerones con harina!
En un lugar así no pude resistirme a pegar el ya mítico saltito “in the air“.
Algo que nos alucinó es el color del Mar Caribe. Turquesas y azules que se funden en uno tal y como veis.
En playas como esta, el típico vendedor al grito de “ar camaróooon…!” o “agua…, fanta…, cocacolaaa, 3 paquetes de patatas 20 duros” de toda la vida de Dios se cambia por estos fantásticos “cocomans” que por pocos pesos te ofrecen coco fresquito con cañita que o bien lo tomas en la arena como todos los mortales o te tumbas en estas camas de playa tan cachondas.
El contraste de palmeras, arena blanca y el turquesa del agua, que queréis que os diga pero invita a ponerle a la playa el nombre que lleva.