Antes de nuestro viaje por los atolones vírgenes del sur de Maldivas, una de las zonas más espectaculares del país y hogar de las mejores playas de Maldivas; cuando me preguntaban si prefería el mar a la montaña, era como si me preguntaran si quería más a papá o a mamá. Comparar las montañas y fiordos de Canadá, Noruega o Suiza con las islas y playas de Filipinas, México o Cuba hacían que la balanza estuviera en un empate técnico 50%-50%. Sería muy difícil preferir montaña o mar en un caso así.
Al menos así lo pensaba hasta que viajamos a Maldivas para enrolarnos en una aventura, sin referencias de ningún tipo, por uno de los atolones con menos turismo ni facilidades de todo el país. Sin embargo, pese a esto, algunas de las mejores islas de Maldivas están aquí y es por eso que utilizamos como campamento base, –sólo para dormir–, a la humilde Nilandhoo, una isla local donde se vive una Maldivas “sin decoración resort”, en la que conseguimos descubrir y explorar de la mano de Abdulla y Ali las que posiblemente sean algunas de las playas más bonitas de Maldivas en una barca de pescadores a motor.
El sur de Maldivas, lejos de los resorts del norte, es un paraíso de azules y turquesas, finas arenas blancas de coral y cientos de palmeras de postal inclinadas sobre el agua.
Un paraíso que inexplicablemente encontramos para nosotros solos. ¡No había ni un alma por allí! Tan sólo la barca de pescadores donde montábamos cada mañana, la compañía de juguetones delfines, peces voladores saltando alrededor de nosotros y la brisa del mar en nuestras caras era nuestra única compañía.
¡Estábamos en el paraíso! Era la frase que más repetíamos. Y encima, en una barca que por unos días podríamos decir que era “toda nuestra” para recorrer la zona a nuestro antojo :-D. Y precisamente este fue el motivo que nos llevó a Nilandhoo y no a otra zona de Maldivas: «No queremos excursiones programadas, queremos movernos en una barca con libertad, ¿es posible?», les dije por email. «Mientras paguéis la gasolina y al capitán… claro que sí», me dijeron. Y así fue 🙂
Con GPS y a lo loco por las islas del sur
Era nuestro cuarto día en Nilandhoo. Al igual que los días anteriores, el cielo amaneció resplandeciente en nuestro pequeño hostel y como cada mañana, mientras tomábamos el desayuno de todos los días, –platanitos, mermelada, mantequilla, leche y tortilla–, Abdulla apareció moviendo las manos en círculos para darnos los buenos días y proponerme alguna “crazy idea”. Mirad que cara de sobados.
Como los días anteriores habíamos estado haciendo picnic en Vodamula y Mathidoo –dos islas increíbles con algunas de las mejores playas que ver en Maldivas donde los únicos seres vivos que encontramos fueron corales, aves tropicales y pececitos–, el turno ahora le tocaría a un plan que días atrás había estado hablando con Abdulla y que calificábamos como algo “loco”: ir sin rumbo hacia el sur con la idea de descubrir islas y playas inhabitadas que ni siquiera ellos conocían.
Como podréis imaginar la idea nos puso muchísimo, y dicho esto, pillamos las mochilas, nos echamos crema solar como si no hubiera un mañana y con tan solo el GPS de Abdulla y una foto aérea de la zona, pusimos rumbo hacia aquellos puntos que en el móvil aparecieran como turquesas. Sí, tal como leéis 😀
Como la distancia desde Nilandhoo hasta esa zona del del país era muy grande, primero nos trasladamos en barca de pescadores hasta una isla cercana donde hicimos un alto en el camino para tomarnos unos coquitos frescos y desde allí nos montamos en una barca mucho más grande, con más motores, en la que nos moveríamos más rápidamente de un punto a otro dentro del atolón.
Tras cargar pilas y cambiar de barco, continuamos nuestro camino dejando atrás a grupos de pescadores que no dudaban en saludarnos al ver que éramos extranjeros.
¡Se hacían hasta selfies con nosotros! 😀 No sabéis lo fácil que es sentirse Cristiano Ronaldo en esta zona sólo siendo blanquitos de piel. Nunca olvidaremos esa sensación.
El archipiélago dorado de las mil palmeras
La aventura de buscar las mejores islas vírgenes de Maldivas aún no había ni empezado cuando de pronto, al fondo, empezamos a vislumbrar una zona de decenas de islas pequeñas, sin arena, poco profundas y llenita de pequeños palmerales donde nos adentraríamos a explorar de la mano de Ali y Abdulla.
Aquí les tenéis. Más perdídos que el barco del arroz. Como anteriormente Abdulla nunca había entrado a esta zona, no paraba de tirar del GPS 😀
Poquito a poco empezamos a ver gigantescos palmerales a derecha e izquierda que salían de las islas como queriendo volar.
Con el motor a medio gas, comenzamos a recorrer lentamente los palmerales. El agua en esta zona no era turquesa ni azul. Colores marrones, dorados e incluso naranjas, poblaban las aguas de los alrededores de estas islas vírgenes.
Con cada metro que recorríamos la sensación de exploradores era mayor y más aún cuando los propios guías nunca antes habían navegado esta zona de islitas y veíamos como ellos mismos se sorprendían.
¡Todo lo que veíamos era como un paraíso oculto dentro de otro paraíso! 🙂 Fijaos qué maravilla de lugar… ¡increíble!
Tras un rato navegando esas aguas decidimos hacer un pequeño alto en el camino y nos bajamos de las barcas a explorar.
Descalzos, caminamos entre la vegetación en busca de nuevos sitios y algo de sombra bajo la que descansar. La castaña que el sol estaba pegando en la barca nos tenía algo K.O 😀 Cuando de pronto, descubrimos una playa preciosa en forma de lengua de arena blanca bajo un precioso horizonte de palmerales sobre islitas que nos dejo boquiabiertos.
¡Qué maravilla de lugar! Y la fiesta tan solo acababa de comenzar.
La Maldivas que no se ve en los resorts
Atrás dejamos el archipiélago dorado de las mil palmeras tras navegar por él y pasear algunas de sus pequeñas islitas. Ahora, la vista la teníamos puesta en un pequeño circulo azul turquesa que aparecía en el mapa y que todo apuntaba a que sería una enorme piscina natural. Ni ellos ni nosotros habíamos estado nunca allí, de modo que dijimos: «¿Vamos?» Y allá que fuimos. «¿¡Why not?!», decía Abdulla.
A toda velocidad, sin saber hacia a dónde nos dirigíamos y con el sol poco a poco pegando más y más fuerte, nos improvisaron una sombrita con unas “sombrillas naturales” y continuamos nuestro camino 😀
Pero de pronto, Alí dijo algo en maldivo, cambiamos ligeramente el rumbo e hicimos una pequeña parada en una minúscula isla donde aparentemente no se veía a nadie.
Abdulla y Ali bajaron de la barca y nos invitaron a ir con ellos. En inglés nos dijeron: «Vamos a por un poco de agua». A lo que yo le respondí asintiendo con la cabeza pero algo extrañado porque no sabía de dónde la iban a sacar. Pero de pronto, en medio de unos arbustos, apareció una familia al completo, de unos 15 miembros, que a la sombra echaban el día entre platos de arroz, cañas de pescar y enormes bidones de agua que no dudaron en compartir con nosotros.
Como si nos conocieran de toda la vida se presentaron uno a uno, nos preguntaron que de dónde éramos y nos desearon buen viaje. Resulta increíble que para nosotros estar en esa zona fuera toda una expedición a lo desconocido, y que allí, en mitad de ninguna parte y lejos de todo, estuviera esa familia metida entre arbustos.
Nuevamente pude ver en sus ojos el asombro de ver por primera vez a gente occidental por esas aguas. Fue una sensación súper guay llegar a un sitio donde te vean como a un completo y absoluto extraterrestre 😀
Rodeados por las mejores playas de Maldivas
Tras llenar nuestras alforjas de agua y despedirnos de la familia, subimos de nuevo a la barca y continuamos nuestro camino en dirección a las que posiblemente serían las playas más espectaculares de Maldivas hasta ese momento del viaje y que a lo lejos se veían como un desfile de palmeritas sobre corales.
Como dije más arriba, un enorme punto celeste salpicado por pintitas verdes era nuestro objetivo en el mapa de Abdulla. Todo apuntaba a que esta zona podría ser el paraíso de playas vírgenes que estábamos buscando, según el mapa debíamos estar cerquísima y sin comerlo ni beberlo, de pronto, el agua, poco a poco fue tornando a colores esmeraldas sobre las que preciosas palmeras se inclinaban como queriendo beber agua.
¡Pero qué bonito por Dios! Sin duda las habíamos encontrado. Estábamos frente a las playas más paradisíacas de Maldivas. Fijaos qué maravilla…
Quién no ha soñado con un momento así, abrazado a una palmera sobre unas aguas como estas 😀 ¡Totalmente de postal para el mueble bar!
Probablemente estas playas nunca lleguen a ocupar ningún ranking dentro de las playas más bellas del mundo dado su anonimato, pero para nosotros, claramente estábamos en ellas. El cielo acababa de caernos frente a nosotros en forma de playa paradisíaca 😀
La arena era fina y blanca como la harina. Por esa zona del país apenas hay embarcaciones que ensucien sus orillas, el agua está limpia y cuando no hay oleaje ni mal tiempo, bajo la superficie puedes llegar a tener una visibilidad de más de 60 metros.
Os aseguro que ni en el Caribe, ni en el Sudeste Asiático había visto aguas tan transparentes y bonitas como estas. En ocasiones podías ver los corales con tanta claridad desde fuera del agua que parecía que estuvieras dentro de ella.
Aquellos paisajes nos estaban sobrepasando y aún quedaba el plato fuerte de la jornada: las piscinas naturales.
La piscina natural más grande del mundo
La jornada poco a poco estaba llegando a su fin. Estábamos super lejos de Nilandhoo y la gasolina para regresar estaba contada para no quedarnos tirados a mitad de camino. Aún así, aún quedaba una última parada al que Abdulla se refería como: “un enorme punto azul”.
De pronto, el agua poco a poco comenzó a tornar a “color piscina” –siento este tipo de terminología tan poco científica–, donde no había corales, tan solo aguas poco profundas de metro y medio de profundidad con alguna que otra tortuga despistada que nos pasaba por debajo del barco.
Sin parar ni un instante la barca entró en aquel enorme estanque natural de colores esmeraldas que parecían no acabar nunca. Abdulla nos confirmó que habíamos llegado: «This is the place Migüel!», exclamó.
Tan solo en Isla Mujeres (México) y en Cayo Largo del Sur (Cuba) habíamos visto algo semejante a los que teníamos frente a nosotros pero nunca antes de tantísima magnitud. Os garantizo que si esta no era la piscina natural más grande del mundo… poco le faltaría. ¡Parecía no acabarse nunca!
Preciosas y anónimas islitas salpicaban el paisaje de tan hermoso lugar como invitándote a que las descubrieras. El horizonte estaba lleno de ellas.
Tras un buen rato navegando por ella el capitán bajo el ritmo de la barca y como un corcho quedamos flotando a la deriva en mitad de ella.
No imagináis la tremenda borrachera de paisajes que llevábamos encima. Maldivas nos estaba superando.
De vuelta a Nilandhoo con parada sorpresa
Tras casi 1 hora navegando por la piscina natural, de nuevo, pusimos rumbo de regreso a casa no sin antes hacer una pequeña parada “sorpresa” que Abdulla y Ali quisieron hacer. «¿Hacia dónde vamos?», pregunté a Abdulla.
A lo que me contestó: «Lo tenéis delante vuestra, a ver si lo llegáis a ver».
Sin perder la vista del horizonte, poquito a poquito fuimos acercándonos a una preciosa islita virgen llamada Vodamulá, que sería nuestra siguiente y última parada antes de terminar el día.
No se si aquel lugar sería o no una de las islas más bonitas de Maldivas pero lo que sí que estaba claro es que frente a nosotros teníamos la típica postal de playa e isla virgen de revista de National Geographic que todos hemos soñado con recorrer alguna vez.
Reconocedlo… ¡estáis deseando de pillar la maleta y salir corriendo ya! 😀
Reflexiones tras recorrer casi 100 km de arenas vírgenes
Ahora sí que sí, la hora de regresar a Nilandhoo había llegado. Y en el camino, bajo el estruendo del sonido del motor de la lancha, el viento en la cara y alguna que otra gotita chocando contra nuestras gafas de sol, un aluvión de reflexiones y diapositivas paradisíacas comenzó a atravesarme.
Y es que, desafortunadamente, mientras escribo estas líneas en Vodamula –la última isla que visitamos–, es posible que ya haya un resort dado que el gobierno de Maldivas vendió los terrenos a un hotel. Hay a quienes este tipo de noticias le alegra dado que necesitan de las comodidades, servicios y condiciones de un hotel de 5 estrellas para disfrutar del lugar pero a mi… qué queréis que os diga pero me entristece.
Tras recorrer casi 100 kilómetros vírgenes con lugares donde el hombre no ha puesto ni una huella encima uno se da cuenta de lo bonito que es el planeta cuando la mano del ser humano no lo roza ni de refilón.
Algo así sentí en Islandia, sobrevolando kilómetros de llanuras de icebergs, glaciares y planicies de desierto helado. Aquí, salvando la diferencia del hielo y nieve por la arena y aguas vírgenes, encontré el símil de que es el paisaje y la naturaleza la que te invita a ti y tú el que pide permiso para entrar en ella y no al revés.
Serán difíciles de olvidar esos preciosos palmerales –mi árbol favorito–, inundados por corales y aguas cristalinas.
Las kilométricas playas bajitas de aguas calentitas que encontramos…
Y esas aguas en calma, como una enorme estanque, gracias a la enorme barrera de coral que las protege del oleaje convirtiendo a Maldivas en el paraíso que es.
Ya en Nilandhoo, de regreso después de tan emocionante jornada, vivimos uno de los atardeceres más bonitos del viaje, repleto de contraluces y destellos dorados sobre el agua.
Empecé este post intentando responder a la pregunta de: “playa o montaña”. Y querría terminarlo dedicando estas fotos y estas líneas a la persona con la que descubrí estas aguas, islas y corales: Diana, mi eterna compañera de viajes.
Tal vez, sin alguien como ella, sin la pasión por el mar que ella transmite en este tipo de lugares, Maldivas no habría sido igual para mi 🙂 ¡Volveremos!
Si os ha gustado este reportaje recorriendo a lo Jacques Cousteau las mejores islas y playas de Maldivas y os habéis quedado con ganitas de más, os invito a leer todas nuestras aventuras sobre nuestro viaje lowcost por Maldivas que seguro que os lo pasaréis bien 🙂
Información practica si quieres hacer esta excursión
A continuación os voy a dejar una serie de preguntas y respuestas que a lo largo de estos meses más me habéis dejado por email, mensajes privados, nuestro Instagram y página de facebook. ¡Espero que os sirvan de utilidad!
¿En qué atolón están las mejores playas de Maldivas?
Hablar del “mejor” atolón sería injusto. Toda Maldivas es maravillosa. Sin embargo, el más virgen y menos tocado por la mano del hombre es el de Gaafu Alif Atoll, ubicado al sur del país. Un poco lejos pero merece la pena 😉
¿Cual es la isla donde os quedasteis a dormir?
Nosotros nos quedamos en Nilandhoo y dormimos en este pequeño hostel que utilizamos como campamento base sólo para dormir. La isla tiene poquito que hacer si no vais a estar haciendo excursiones ya que es 100% maldiva. Si buscáis una experiencia autentica es vuestro sitio.
¿Qué recomendáis llevar para una excursión así?
Llevad camisetas solares del Decathlon, un sombrero, una gorra, crema solar factor 50, escarpines y gafas de sol con certificado oficial UV y algún paquetito de embutido Hacendado para haceros un bocatita durante la travesía.
Y recordad, dejemos las playas, vírgenes, como si ningún ser humano las hubiera pisado antes 🙂 ¡A disfrutar!