Cádiz, con los 5 sentidos

Coincidiendo con 200 años del nacimiento de nuestra Pepa (la Constitución Española para aquellos desinformadillos), esta vez nos fuimos muy al sur, concretamente a Cádiz, la tacita de plata. 125.000 habitantes cargados de buen humor, 3100 años de historia, atardeceres de cine, buen comer y como decimos por el sur, “un arte que no se pué aguantá”. Visitar Cádiz, escuchar las anécdotas del día a día de la ciudad, convivir con el carácter de la gente, que por mucho que suene a tópico, no es habladuría, te aseguro que es pisar Cádiz y sentir ese “buen rollito” que aquí en Andalucía es una constante pero que en Cádiz se acentúa charlando y riendo con cualquiera que veas por la calle.

Rodeado de buena gente del turismo español y de Diego, uno de los blogueros que conocí en otro viaje, tomamos un autobús, al son de la Pantoja y el Barrio (más tipical andalucish imposible), hacia la capital de los cuplés, chirigotas y pasodobles.

A penas 1 hora separan Sevilla de Cádiz por autopista y cuando quieres darte cuenta, miras al frente y en seguida te ves cruzando el famoso puente de Carranza que une el istmo de Cádiz con el resto de la provincia. Pocos se dan cuenta de esto hasta que no echan mano de un mapa pero Cádiz, es prácticamente una isla.

Una vez en Cádiz, llegamos al que sería por 2 noches nuestro hotel.

Como siempre digo, mi historial mochilero me convierte en un personaje fácilmente impresionable en cuanto a lujos de alojamientos y el Hotel Monte Puertatierra no iba a ser menos.

Un 4 estrellas frente al mar, bastante cómodo si vienes a Cádiz en coche dada su ubicación, junto a una de las avenidas principales de la ciudad, a 12 minutos andando del centro, habitaciones grandes y modernas estilo NH o Tryp Hotel y un wifi, que para los enganchados del Facebook y Twitter les diré que funcionaba algo regulera.

¿Lo mejor? Los simpáticos recepcionistas a los que sin darme cuenta, convertí en mis camellos personales durante todo el fin de semana, a base de pastillas de ibuprofeno que cada 2×3 rulaban por el mostrador de recepción dado el maltrecho estado de mi garganta.

Después del check-in en el hotel, decidimos bajar a un pequeño bar-restaurante junto al paseo marítimo de la playa de Santa María del Mar.

En contra de lo que las predicciones señalaban, el día resultó espectacular.

Con ese solecillo, que pica pero no llega a quemar, hasta al más aficionado al sillonball le apetece darse una vuelta. No hay mejor forma de bajar los choquitos, puntillitas y papas aliñás del medio día que el paseo que nos dimos junto al mar hasta la catedral.

Caminando a lo largo del paseo marítimo de la ciudad, me acordé de la frase de Antonio Burgos, “La Habana es Cádiz con más negritos, Cádiz, La Habana con más salero”. Quién sabe si esa frase no le viniera a la cabeza dando un paseo como el nuestro.

La tarde pasó entre el paseo marítimo de la ciudad y las callejas de la ciudad.

La catedral, donde aprovechamos para tomar un cafelillo.

El ayuntamiento de la ciudad.

Y cómo no, Puertatierra, donde según los gaditanos empieza Cádiz oficialmente.

Primera toma de contacto con la Cádiz monumental que daría pie a la gastronómica, en el centro de Cádiz y más concretamente en el restaurante San Antonio, que lo regenta un señor que ha ido haciendo durante meses una extraordinaria labor de Inspector Gadget recabando recetas de hace 200 años y dado el año en el que nos encontramos, bicentenario de la Pepa, era el lugar idóneo para pegarnos una cenita. Y vaya cenita.

Recetas tradicionales prácticamente olvidadas en las memorias de las más ancianas y que gracias a la investigación de este señor a través de archivos y archivos, ha rescatado recetas tan originales como las que en su restaurante te pone.

¡Guiso de tortilla! Fue lo que más me llamó la atención.

Calamares rellenos de carne, ensaladilla con langostinos… todo comida casera con un toque bastante original.

Tortillitas de camarones y cómo no, las croquetas de puchero con las que estuve a punto de persignarme.

Lo mejor de la cena el momento “frases de azucarillo” donde unos a otros nos pusimos a prueba adivinando el autor de las frases que venían impresas en los sobres:

Hace tiempo conviví casi dos años con una mujer hasta descubrir que sus gustos eran exactamente como los míos: los dos estábamos locos por las chicas.

El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio, si puedes simular eso, lo has conseguido.

Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro.

Nunca olvido una cara pero con la suya voy a hacer una excepción.


¿Sabéis de quiénes son? Rafa Gallego, mi compañero de mesa aquella noche, diría que esas frases tal vez fueran… de Groucho Marx. Aquella noche Groucho pareció ser el comodín con el que se acertaron muchas frases y hoy, en este post, tal vez a Rafa le sirva para acertar de nuevo. La ironía del bueno de Groucho es excepcional.

Camino al hotel, paramos a tomar unas copichuelas en un pub junto a la playa y al día siguiente, con alguna que otra legañita en los ojos, después de acostarnos a las tantas y de que me bautizaran como “bluguero de viajes” (para lo que he acabado…) empezamos nuestro recorrido por otro de los puntos más populares de Cádiz, el monumento a Las Cortes.

Los caballos de cada lado representan la paz y la guerra; a los pies de la columna central se representa a una mujer como España y en la parte posterior, a Hércules.

Nuestro paseo continuó por las calles de la ciudad. Pasear las calles de Cádiz es una delicia. La mayoría de estas son peatonales, amplias, bastante limpias y regadas de pequeños comercios tradicionales que increíblemente a día de hoy permanecen abiertos pese a la competencia de grandes almacenes.

El recorrido terminó en la iglesia de San Felipe Neri, donde aluciné con el mapping que tenían montado en su interior.

¿Divertido y original no creéis? La moda de los mapping está pegando fuerte en muchos monumentos populares por el mundo.

Una pequeña toma de contacto con una ciudad pequeñita que paseamos a través de sus callejas por las que no solo resonaba el ritmo de las olas sino también los cuplés de un carnaval que cada Febrero canta a su Cádiz e invita al turista a disfrutar de ella con los 5 sentidos.

Nos vemos pronto Cádiz.