Un año aislado sin TV, cine, radio, prensa ni Internet

Llevo casi un año prácticamente aislado. Sin TV, cine, radio, prensa ni Internet y la vida es… “distinta”. Tienes muchísimo tiempo para pensar, rayarte, pensar de nuevo, despejar tus pensamientos hasta límites insospechados y… exacto: “volver a pensar” 🙂

Parece mentira cómo la perspectiva de una situación así te puede hacer cambiar tanto. Tú día a día, aislado de todo, te hace ver cosas que antes no veías. Sobredimensionas todo hasta el extremo. Aquello que era una mota de polvo en tu “anterior vida”, ahora es una montaña para ti. Aparecen ante ti esas personas que pese a que saben que un huracán te está pasando por encima ni te preguntan si estás bien. Y sin embargo, otras personas que ahora que no estás, se dan cuenta que te necesitan, y día sí, día también, aunque no contestes, te escriben, te llaman, te envían fotos sin esperar que les contestes porque saben que estás «offline 24 horas». Simplemente lo hacen porque te echan de menos.

Diario de un Mentiroso en el Caribe cubano sentado en la orilla del mar

Tu familia o amigos quedan para un café, y tú, aislado, lo sientes como si estuvieras perdiéndote la boda de uno de ellos. Ojo, yo lo he elegido, pero es curioso que se sienta así. Unos lo llaman síndrome de aislamiento, yo, ahora, tras darle muchas vueltas, quiero llamarlo “síndrome del despertar”. Despertar de ese vagón llamado “rutina del primer mundo” donde no sueles mirar por la ventanilla y ahora que lo haces, ves cosas que antes, simplemente por ese ruidoso día a día de hipotecas mentales, no veías.

Una de tantas fachadas en La Habana

Tal vez Cuba haya llegado a mi vida en ese momento en el que más que viajar por el mundo, lo que necesitaba era viajar dentro de mi propia vida. De mi mismo. Mi propio continente personal, con sus ríos, lagos, fronteras, cumbres y océanos. Ahora conozco bosques con nuevos senderos, miradores, nuevos pajaritos que escuchar. Cascadas que admirar. Nuevas flores, sombras y cobijos donde esperar a que la lluvia escampe o simplemente hacer noche sin preocupaciones.

Miguel Egido, de Diario de un Mentiroso, frente al Malecón de La Habana

¿Por qué escribo esto? Tal vez por necesidad. Porque siento que este viaje pronto se acaba. Y hoy, 19 de Junio de 2018, con 30 tacos y a un mes vista de mi cumple, quería escribir esto para que cuando me haya ido de aquí nada de esto se me olvide.

Sólo espero que cuando regrese a ese que llaman primer mundo, no olvide nunca este silencio que ahora me permite conectar. Conectar con los sentidos que te alertan de malas y buenas intenciones, vibraciones, intuiciones. Conectar con la palabra, cuando por imperiosa necesidad, hablas, hablas y hablas tan solo porque si no lo haces, explotas. Conectar contigo mismo, apartando lo que importa de lo que no importa, lo que te hace daño de lo que no.

Una de las calles de Trinidad, en Cuba, con niños jugando al atardecer

Cambiar Twitter por un libro, una peli por un atardecer en el Malecón. Levantarme a las 7.00 con mis queridos gorriones. Hablar de mis amigos como si fueran familia; de mi familia como un tesoro; de España, Sevilla, mi casa. Mi hogar.

Un año aislado. Un año conectado a la vida. Un año conectado conmigo mismo y lo que me rodea. Un año escuchando lo que el ruido a veces no nos deja oir.

Diario de un Mentiroso en Cienfuegos, Cuba

Gracias Cuba, gracias vida, por esta oportunidad.

Dedicado a Sima Albashir y a mi madre.