Una de las cosas que más me cuesta en la vida es madrugar. Podría decirse que soy completamente alérgico a los madrugones y si estos son a las 5 de la mañana… MÁS. Pero en este caso, con un motivo como la berrea del ciervo en un entorno como el que nos encontrabamos… el madrugón podría decirse que estaba plenamente justificado. La berrea es un acontecimiento que para todos aquellos amantes de la naturaleza se convierte en memorable y en regiones como Asturias y amaneceres como el que encontraríamos, aún más.
La jornada arrancaba desde la casa rural Los Riegos, en pleno Parque Natural de Redes, en Asturias. Ya desde la cama, cuando aún no había sonado ni el despertador, el sonido del viento chocaba contra las paredes de la casona y junto a este, el sonido de los venados que resonaría por todo el valle rompiendo el silencio de la mañana. Espectacular.
Era la primera vez que presenciaría un espectáculo así y fue escuchar a los ciervos y levantarme olvidando por completo mi alergia a los madrugones vistiéndome a toda prisa y abandonando la que por corto tiempo fue mi habitación.
Un buen desayuno cazallero y al lío que se nos hacía tarde.
Todos listos, impacientes y en mi caso, con más frío que un perrillo chico, nos montamos en los coches hasta el pueblo de Villoria, donde nos reuniríamos en un 4×4 con nuestros guías por el parque natural.
Camino del pueblo el sonido de los venados no cesaba. Era alucinante permanecer en silencio y saber que estábamos rodeados por ellos. Tanto fue así, que en una de las curvas que tomamos en coche, uno precioso ejemplar de venado se nos atravesó en la carretera como si de la niña de la curva se tratara. ¡Qué emoción!
Una vez en el pueblo, bajamos de los coches para subir a los 4×4 y comenzar la subida monte arriba hacia el mejor lugar posible donde presenciar la berrea.
Entre bache y bache permanecimos atentos a las explicaciones que nos iban dando sobre lo que íbamos a ver y cómo debíamos andar. Era importante que nadie fumara, encendiera ninguna luz y ni mucho menos que hicieramos ruidos. Estos bichos son muy sensibles a cualquier estímulo externo que pueda significarles una amenaza de modo que si queríamos ver la berrea debíamos tener muy presente este tipo de cosas.
La berrea se produce en Asturias desde el 15 de Septiembre hasta el 15 de Octubre que es cuando las hembras entran en celo y los machos comienzan a delimitar terreno emitiendo esa especie de mugidos de vacas que convierten todo el monte en un coro de venados y que puedes presenciarlo al atardecer y al amanecer, según los expertos el mejor momento.
En silencio nos bajamos de los coches y equipados con bastones y unas linternas frontales, comenzamos una pequeña caminata de 15 minutos hasta la peña Xamoca.
Fue toda una experiencia caminar por esos bosques, todos en silencio junto al rugir de los ciervos. Había que andar con ojo ya que algún que otro tramos discurría por fuertes pendientes y yo, que encima iba con unos zapatitos sin suela del Decathlon, pues necesitaría no un ojo sino 3.
Una vez en la peña, como si de un teatro se tratara, comenzaba el espectáculo.
El amanecer desde allí fue una experiencia imborrable. Estar allí, escuchar a esos animales en libertad junto al silencio de aquel paraje que tan solo era roto por el viento y algún pajarillo madrugador fue una de esas cosas que no olvidas en la vida y que para todos los que no nos sentimos urbanitas y sentimos la naturaleza por nuestra casa, es absolutamente recomendable.
Fue todo un espectáculo ver salir el sol tras Picos de Europa.
El cielo poco a poco iba cambiando de color y los venados no cesaban con sus llamadas los unos a los otros compitiendo por quién de ellos era el más machote de todos. Naturaleza en estado puro.
Por momentos las montañas parecía arder.
Casi sin darnos cuenta, el sol poco a poco comenzaba a hacer de las suyas y el sonido de los ciervos comenzaría a apagarse a medida que el día encendía.
Un amanecer memorable. De esos que no se olvidan y te quitan las legañas sin pestañear.
Tras la salida del sol tuvimos la suerte de ver a los protagonistas de la mañana desde unos prismáticos. Uno a uno fuimos mirando por el visor y llegado mi turno, ¡voila! ahí estaba el bicho. Menudos cuernos. Nos dijeron que por cada una de las picas que se les ve en la cornamenta son años de vida que tiene el ciervo y que esas majestuosas cornamentas se les caen por cada celo que pasan de modo que no os extrañe encontrar alguna por el bosque.
Primero vimos al macho y poco después, un par de hembras que por allí andaban. Se encontraban súper lejos pero gracias al prismático (que se veía alucinante, el video no capta la calidad real del bicho) pudimos ver como pastaban tranquilamente como si estuvieran al lado. Me llamó la atención que el macho no se moviera nada. Permanecía inmóvil.
Después del primer avistamiento, continuamos el sendero por el parque natural bajo un cielo espectacular y maravillosas vistas del valle que me cortaron el hipo en más de una ocasión y que volvieron a reafirmar que el madrugón había merecido mucho la pena.
De nuevo sacamos los prismáticos y junto a estos, unos cuantos bocatitas que sirvieron de tentempié.
Después de disfrutar como enanos, emborrachar de montañas un poco a nuestras retinas, con las brumas de la mañana ya desaparecidas y un día espectacular, comenzamos el camino de regreso praderas a través.
Había zonas que era como caminar por campos de fútbol.
Era un gustazo caminar por allí y nuestro calzado, super apropiado para la montaña lo agradeció, rindiendo al 100% de manera increíble con apenas 4 patinazos. Casi nada hombre.
Y de praderas soleadas a bosques tupidos que dieron paso a nuevos paisajes que obviamos en la mañana dado que salimos a oscuras.
Y este que veis a continuación, un nuevo restaurante 5 estrellas que incorporo a mi lista de restaurantes de la guía mentirosín. Barato, menu mochilero y vistas de cine, ¿o no?
Quién no querría una casita en un lugar así. El retiro perfecto para todo bohemio de libro que se preste.
Entre el campo, que ya de por si da hambre, el madrugón, el tentenpié que ya estaba en los pies y la caminata, las tripas poco a poco comenzaron a rugir y que mejor remedio que el que pusimos poniendo rumbo a Soto de Agues, donde comeríamos en su albergue un picadillo con patatitas fritas y chorizo a la sidra que entró directo al gaznate casi sin pensarlo.
El pueblo de Soto de Agues me encantó.
Típico asturiano, rodeado de hórreos y rinconcitos rústicos cargados de encanto.
Caminitos con encanto que invitan a ser paseados
Y un sendero delicioso que rodea al pueblo y que regala al caminante estampas como esta.
Información práctica si quieres vivir esta experiencia
- ¿Dónde y con quién realizar la berrea en Asturias?: Trasgu La Fronda (663044316) o email [email protected]
- ¿Dónde pasar la noche en el Parque de Redes?: Podéis dormir donde nosotros lo hicimos en la Casa Rural los Riegos (Teléfono: 985613871 [email protected]) o bien quedaros en el albergue El Alba (Teléfono: +34 985 60 92 93 o email a [email protected])
- ¿Dónde comer en el Parque de Redes?: Podéis pedir un almuerzo por encargo al mismo albergue donde nosotros comimos, el teléfono es el de arriba.
- Senderismo en Soto de Agues: Nosotros la iniciamos desde la ruta de San Andrés y la terminamos por la Ruta del Alba. En el mismo albergue podréis preguntar por esta ruta que os indicarán sin ningún problema el itinerario.
Que maravilla. Parece mentira que existan a nuestro lado, junto a las ciudades de vida vertiginosa, lugares tan pacificos y preciosos, en donde se puede respirar de verdad.
Que pasada, gracias por compartirlo, este verano haremos una ruta similar, que estampas tan bonitas.
Muy guapo, una pasada de sitio y suerte que lograstes ver algún bichu, yo lo voy a intentar este año por cuarta vez, no conseguido hacer ni una maldita foto, gracias por las fotos y los videos.