Si aún no sabes qué son los tuk-tuk, te los describiré como un mix de moto y taxi que inunda las calles de la mayoría de grandes ciudades de Asia como es el caso de Bangkok. Estas “motillos”, han sido adaptadas para poder llevar pasajeros y el hecho de montarse en uno de ellos la verdad es que puede llegar a ser una aventura… u odisea, según se mire.
Si tuviera que definir de alguna forma mi relación con los tuk-tuk en Tailandía, seguramente sería como el título de este post: “de amor y odio”. Por un lado apestan la ciudad, son híper contaminantes, ruidosos, lentos de narices y encima de todo esto, caros.
No me gusta generalizar, pero francamente… por mera estadística, os diré que con el 98% de los conductores de tuk-tuk de Tailandia con los que nos tocó lidiar, nos sentimos engañados.
Esa sensación de: “soy jilipollas, este tio me la está metiendo” era una constante. De hecho, en ocasiones parece que hasta te lo recuerdan con pegatinas como esta que te puedes encontrar pegadas en los asientos. La imagen lo dice todo.
Si pueden, te venden hasta la ropa que llevas puesta. Hay que andarse con un ojo tremendo. Son unos timadores de cuidado y la picaresca la traen de nacimiento. Regatear con ellos es un auténtico infierno, no vayas de espabilado que esta gente saben latín a la hora de llevarte donde ellos quieren.
El precio de un tuktuk ronda los 20 baths aproximadamente, que es lo que ellos cobran a cualquier thai, pero al ser occidental… no te extrañe que el conductor te pare 2-3 veces por el camino en tiendas de corbatas, souvenirs o joyas para hacer unas “compras”. Tu entras y te sales pero a ellos les dan bonos gasolina por valor de 200 baths. Si estás dispuesto a perder ese tiempo… ya sabes, eso que te ahorras, sino… a pelear precio.
Mucho odio y rencor se respira en estas lineas ehh…? Y es que no es para menos, vivimos absolutamente de todo con esta gente. Hubo un momento en el que hasta nos vacilaron invitándome a “tomar por c*lo” en un tainglish bastante clarito. Como dirían en mi pueblo: “pa mear y no echar gota”. Lo que tuvimos que aguantar con esta gente no tuvo nombre.
Pero aún así, bien porque nos va el rollo masoquista o bien porque recibíamos algún tipo de subvención por parte del sindicato tuktukiano, los utilizábamos a diario. Tal vez por la comodidad de que siempre había uno allá donde miraras o bien porque, en el fondo, por muy cafres, timadores, temerarios y chupa sangres que sean, se les coge cariño e incluso ves su actividad como una forma divertida de hacer turismo activo en Bangkok y como a nosotros, nos va la marcha, pues arreando que es gerundio.
Podríamos decir que al final… mira, al final, pese a todo, se le coge gustillo y todo.
Adelantan a poco menos de un palmo de quien sea, se meten en contramano, son los primeros en salir de los semáforos, giran a izquierdas cuando todo el tráfico va hacia la derecha, se cepillan los badenes importándoles un bledo que el tuk-tuk vaya a desmontarse… en definitiva… ¡un auténtico show! Surrealista, emocionante y… en fin, pruébalo y me cuentas si eres mas de amor… o por el contrario los odias hasta morir.