Paseando los tejados Sevillanos de ayer y hoy

La estructura de madera más grande del mundo junto con una de las mayores construcciones en piedra jamás construidas por el hombre tienen casa y se llama Sevilla.

Dos construcciones, dos espacios de dos eras, dos tiempos. Tiempos en el que los arquitectos de estas enormes construcciones, como la catedral de Sevilla, no vivían para verlas acabadas. Tiempos en los que se empleaban técnicas rudimentarias para la construcción de estas y que por contra contrastan con el día de hoy, un contexto en el que es protagonista la imaginación del ser humano y su poder tecnológico, haciendo posible, maravillas como Metropol Parasol, “las setas de la encarnación”. Contrastes en el tiempo, en forma y diseño pero con un skyline común: Sevilla.

Pocos son los que consiguen un pase privado para visitar la catedral de Sevilla, pero tras varios intentos, unos pocos de emails, meses de espera, 10€ y alguna que otra llamada al cabildo de la ciudad, finalmente, obtuve fecha y hora para cumplir un sueño dentro de mi ciudad: Visitar las terrazas de la catedral.


Con mi papel de acreditado y puntuales como un reloj, a eso de las 16.00h, nos dirigimos hacia  la puerta de campanillas de la catedral para reunirnos con el resto del grupo que visitaría con nosotros las terrazas. Poco más tarde llegaría el guía, un tipo muy simpático y arqueólogo de profesión.

El acceso a la parte superior de la catedral fue una pasada. Estrechos pasadizos, escaleras circulares con ese característico olor a humedad de lugares fríos y viejos, pasillos cargados de leyenda cruzados por viejas puertas… un recorrido breve pero estupendo que desembocó en la primera de las terrazas.

¿Por qué azoteas? ¿Dónde se ha visto una catedral con terrazas? Estas terrazas no se construyeron como solárium para el arzobispado ni para tender la ropa. Su construcción se debe a que son más ligeras, más funcionales a la hora de la construcción de la catedral, ya que estamos hablando de miles de metros cuadrados, y su presencia en la catedral de Sevilla y no en otras del mundo, se debe a nuestro clima mediterráneo, ya que en países con inviernos de nieve, un modelo de catedral con azoteas podría provocar hundimientos debido al peso de la nieve.

A la catedral de Sevilla también se la conoce como “Montaña hueca”.

Mirando hacia arriba en el interior de la catedral, veremos multitud de bóvedas y techos curvos. Para que esas bóvedas curvas terminen convirtiéndose en azoteas planas, se realizó una técnica de rellenado de todos esos espacios existentes entre las bóvedas y el propio suelo de las terrazas. Esa tecnica consistió en rellenar esos huecos hasta aplanar la superficie y para ello se utilizaron vasijas de los alfareros trianeros de la época. Estas vasijas permitieron que se allanara el suelo, siendo su peso considerablemente menor que si se hubiera rellenado con otro material y dando por resultado las actuales terrazas. Curioso.

En la siguiente foto vereis una zona de la catedral a la que no se le aplicó esa técnica y como veis el suelo es una cordillera de montañitas que equivalen a las bóvedas que bajo ellas hay.

En las demás terrazas, esos huecos que veis en la foto fueron rellenados con las vasijas que os mencioné antes.

Paseando, paseando me empezó a llamar la atención la presencia de unos “capuchones” que como champiñones se encontraban repartidos por todas las terrazas.

Estos champiñones eran como tapones que podías retirar y descubrir agujeros de 10-15cm de diámetro que comunicaban directamente con la catedral.

Por un lado, servían para ventilar la catedral del humo del incienso acumulado en los techos y por otro, en la construcción de la catedral, como “ascensores” de la época, ya que se usaron para deslizar por ellos cuerdas y aparejos para elevar los objetos del interior de la catedral (cristaleras, estatuas, objetos de decoración) gracias a un curioso sistema de poleas que permitía a los operarios trabajar en el interior de la catedral sin necesidad de enormes y engorrosos andamios.

Que vertiguito daba asomarse por los champiñones y ver desde ahí el suelo de la catedral.

Pero si algo me llamó la atención fueron las trazas de los constructores aún impresas sobre las losas de las terrazas.

Estas líneas blancas son dibujos que los arquitectos de la catedral pintaron sobre el suelo con las curvas, cortes y formas necesarias para que los canteros sacaran plantillas en madera para después pasar estas a la piedra. Estas trazas puede decirse que son los patrones de la catedral, es decir, los planos.

Paseando esos tejados sientes la carga histórica que esa enorme mole de piedra alberga al mismo tiempo que regala al visitante nuevas perspectivas de la giralda que convierten a esta, en una extraña incluso para un Sevillano, como el menda.

La luz se apagaba poco a poco y tuvimos la suerte de ver atardecer Sevilla entre contraluces con gárgolas.

La noche caía y de nuevo volvimos a meternos en la catedral, pero esta vez, rodeándola interiormente a través del triforio de la catedral.

El triforio se recorre a través de una estrecha balconada que rodea la catedral entera tras el órgano, a escasos metros del techo, pegados a las enormes vidrieras de la catedral y esta vez en silenció ya que, ¡oh casualidad! en ese momento, unos 20 metros más abajo, teníamos a toda la plana mayor del arzobispado de la ciudad bajo nosotros, reunidos y vestidos para la ocasión.

Y de los viejos e históricos techos de la catedral saltamos a penas 2 kilómetros hasta una nueva, moderna, debatida e innovadora edificación que se eleva 26 metros sobre los tejados del casco histórico de Sevilla con un futuro que muchos auguran como nuevo símbolo de la ciudad.

Si visitas las setas, o Metropol, como más te guste, no solo podrás “hacerte la foto” ante tan impresionante edificio, que lo pilles por el ángulo que lo pilles siempre te saldrá distinto, si no también pasear por su “Skywalk” que atraviesa la parte más alta de las populares “setas” y desde la que podrás ver toda Sevilla.

Desde su mirador tendreis una de mis vistas favoritas de la ciudad ya que hasta ahora todas las vistas panorámicas de la ciudad se realizaban desde la Giralda y evidentemente, las vistas de toda la ciudad desde su campanario no incluían la Giralda, cosa que ahora, como veis, no sucede.

Paseando “las setas” podremos deleitarnos con una nueva vista de la ciudad y tomar unas tapitas en el restaurante Gastrosol.

El canelón de rabo de toro es un espectáculo. Está buenísimo.

Como curiosidad, los postres, su “enlatado” y las Chocoburguer.

Las setas, como casi todo el mundo las conoce, realmente fueron inspiradas en un ficus de una plaza cercana a la plaza de la encarnación (Cristo de Burgos) y en las bóvedas de la Catedral de Sevilla.

Mi recomendación, desde lo personal, es que se realice la visita al caer la tarde, disfrutar de sus miradores, la luz de Sevilla y de las propias “setas” que parecieran convertirse en la nave de E.T.

Para la construcción de Las Setas se han utilizado toneladas de madera, convirtiéndose así, en uno de los edificios de madera más grandes del mundo, aunque su estructura es de hormigón. Esta madera se trajo del norte de Europa y se necesito tanta para la construcción de las setas que los constructores se quedaron sin madera y tuvieron que ponerse literalmente al grito de “Más mordiente a la caldera traed madera!“.

Pero si las vistas, las formas onduladas de la estructura y la originalidad del edificio no os pareciera suficiente, bajo Las Setas encontramos el Antiquarium.

Ubicado bajo el subsuelo de “las setas”, este alberga restos romanos, extraordinarios mosaicos, columnas y hasta pinturas que pueden ser contemplados desde la misma calle a través de suelos acristalados o bien realizando la visita al mismo museo. Estos restos se encontraron por sorpresa durante la construcción del Metropol y confirma el hecho de que Sevilla, se pise donde se pise, alberga historia y ya sea bajo tierra o en sus tejados.