Asesinato a las 3 en el hotel más cutre de Cataratas de Iguazú

Atendiendo a la lista de países que veis en el menú derecho de este blog, podéis imaginaros en la cantidad de lugares en los que hemos dormido. Ha habido de todo, para bien y para mal. Hoteles, hostels, campings, cabañas, bungalows, barracas, apartamentos, apartamentos compartidos, tiendas de campaña, etc… Desde hoteles 5 estrella a dormir directamente entre arbustos con ratas corriendo alrededor nuestra. Tras este pequeño bagaje, uno cree estar curado de espanto para todo y… no amigo, no. Siempre hay algo que te puede sorprender y en esta ocasión, el alojamiento creedme que superó todas nuestras expectativas en cuanto a lo que entendemos por cutre, aunque… bueno, según como se mire puede ser hasta gracioso. Atentos al relato.

Aeropuerto de Foz de Iguazú esperando las maletas

Era la 1:00am, veníamos de pasar unos días en el Valle de los Incas, Machu Picchu, etc… y tras un horrible vuelo, lleno de turbulencias, tormenta, vientos de 1000 demonios y lluvia a todo tren, llegamos al aeropuerto de Foz de Iguazú (Brasil), con un sueño de 3 pares de narices y ganas de llegar a nuestro alojamiento de Puerto Iguazú, el lado argentino de Cataratas de Iguazú, donde habíamos elegido dormir dado lo peligroso que dicen que es Foz de Iguazú.

Según llegamos al aeropuerto, negociamos un taxi al lado argentino por unos 80 reales y pusimos rumbo a nuestro hostel en Puerto Iguazú….

Ya de primeras digamos que la dirección del hostel se nos resistió un poquillo. Es verdad que eran ya las 2 de la mañana… pero el hecho de que ni el taxista supiera ubicar el sitio… empezó por mosquearme. Finalmente dimos con el hostel. Pagamos al taxista, abrimos la puerta del hostel y cuando uno espera encontrarse con un recepcionista o persona humana de carne y hueso¡zas! Te encuentras esto:

Como os decía nos encontramos con nada más y nada menos que con 4 recepcionistas, sí, pero… ¿de carne y hueso? Digamos que sí,  que son de carne y hueso pero… no, va a ser que no, no eran del todo humanos. ¡4 pedazo de pastores alemanes!

Tras el descojono, apareció un chico, español por cierto. Nos atendió, nos dió la llave de la habitación y nos explicó 3 o 4 cosillas del hostel.

Hasta aquí muy bien, todo maravilloso pero al entrar a la habitación… digamos que el concepto “humedad” hasta ese momento de mi vida no lo había interiorizado como Dios manda. ¿Sabéis esa sensación que uno siente al respirar en un cuarto de baño lleno de vapores después de salir de una ducha con agua muy caliente? Digamos que esa habitación estaba preparada para la siembra de fresas en cualquier época del año gracias al terrible efecto invernadero que había en su interior. Las toallas NEGRAS de la humedad y, ¿las camas? Mojadas, pero mojadas… MOJADAS. Aligera contreras. He dormido en multitud de sitios cutres, camas con pelos, ¡sabanas hasta sucias! pero… una cama MOJADA… como que no podía ser. Por ahí no iba a pasar y mucho menos habiendo pagado 20€  por la noche, hasta ahí podíamos llegar.

Nuestra habitación en el hotel de Puerto Principe

Ante tal situación fui de nuevo a la recepción para pedirle al chico que nos cambiara de habitación dado que así no había forma de acostarse. El chico se lavó un poco las manos y me dijo que llamaría al jefe. Al rato, a eso de las 2:30 de la mañana, llaman a la puerta y aparece un señor mayor, de unos 60 años, con 7 pelos en la cabeza al más puro lametazostyle, camiseta interior de agujeritos con cerquito amarillo de sudor bajo el cuello de la camiseta, afeitado de 3 días y un acento argentino de libro, que ni el propio Maradona, con el que nos dijo: “qué pasó chicosss? Me habló el chico que ustedes le dijeron que había humedad?” A lo que le contesté:  “Efectivamente, buenas nochestoque usted la cama, está chorreando, así no se puede dormir”. Tras mis palabras, el señor mayor, se acerca, da un paso al frente, toca la cama y me dice: “ahh noooooo muchacho, esto no está mojado, ¿para eso me despiertan? esta cama sólo está FRIA”. Tras esto, la palabra perplejidad se apoderó de todas las partes de mi cuerpo y automáticamente entré en un profundo shock. El surrealismo me pudo y ya no supe que decir. Hay situaciones en las que discutir es un verbo imposible. ¿Tratarías de hacer comprender a tu gato como funciona la bolsa de Wall Street? No, ¿verdad? Pues en este caso, discutir con este señor era más difícil que tal supuesto.

La cosa tiene alcachofas… ¡eléctricas!

Tras un rato de discusión, cansados, a las tantas que eran y sin un duro con el que poder irnos a otro hostel… decidimos dar por resuelta la situación. Ajo y agua. Viva el lowcost. El señor dijo que se marchaba a dormir con su señora, nosotros cerramos la puerta educadamente, pusimos el aire acondicionado a tope para desecar el ambiente lo máximo posible y nos acostamos con las toallas de casa a modo cubre colchón para secar lo máximo posible las camas. Un numerito. Pero tranquilos, que aquí no acaba la cosa, la habitación aún tenía tela que cortar. Atentos.

Alcachofa eléctrica para la ducha

Esto que veis es la ducha… “Alcachofa eléctrica” o lo que es lo mismo. Una miiiierda como un piano de grande. Ya de primeras nos sorprendió que hubieran quitado las manillas del agua fría y del agua caliente. Tan sólo había una manilla y… ¿el por qué? Pues hijos míos, el por qué es tan simple como que abres el grifo, sale el agua a la temperatura que quiera salir y la alcachofa, a su ritmo y con mucha, pero que mucha calma, irá calentando o más bien, digamos que irá poniendo el agua “menos fría” en la medida de lo posible.

Así era nuestra ducha surrealista, sin manillas de agua caliente ni fria y con una sola que hacía caer un único chorro de agua

La araña saltarina y un falso asesinato

A la hora de caminar por la habitación había que tener cuidado ya que el suelo tenía lo que se denomina como acabado “tasca rústica”, o lo que es lo mismo, ese toque mate que recorre la superficie de la losa y no precisamente del desgaste de la fregona. Del techo colgaban estalactitas de la humedad tan horrorosa que había y cuando ya me había empezado a tomar a bien todo el cutrerío que nos desbordaba de arriba a abajo, dado que soy muy fan del alojamiento cutre… a eso de las 3:00am me dirijo hacia las cámaras de fotos y… NO PODÍA SER. ¡Una pequeña tarántula saltarina de unos 5cm! ¡Y yo descalzo! La bicha empezó a dar brincos de un lado a otro y en uno de los saltos va y se mete en la funda de mis cámaras. Ya era lo que faltaba.

Recepcionistas del hotel bajo la recepción

Los sudores fríos recorrieron mi cuerpo. Odio con todas mis fuerzas a todos los insectos “picadores” y sucedáneos. Ante tal situación, con los pelos de punta y sudores fríos recorriéndome todo el cuerpo, cogí y me puse los zapatos, pille el trípode, zarandeé un poco la funda de las cámaras y ¡pum! afortunadamente la maldita araña, peluda como ella sola con patas gordas y horribles, salió de mi funda dando brincos por la habitación hasta que en una de esas, en un acto heroico, di un salto sobre ella al grito de “¡¡¡¡MUERE H*J*A DE P*TA!!!! ¡¡¡MUERE!!!!” tras el que automáticamente vinieron tanto los recepcionistas como los 4 perros labradores a rascar la puerta de la habitación para ver qué ocurría allá adentro debido a esos gritos a las 3 y pico de la mañana. Resulta que pensaban que estaba acabando con la vida de la pobre de Diana, que dormía plácidamente entre sábanas mojadas. Madre de Dios. Menuda nochecita.

Al mal hostel buena cara

A la mañana siguiente… después de tal follón, el único cadáver que había en la habitación era el de la araña, hecho un higo sobre una esquina. ¿El cuarto? mucho más seco gracias al aire acondicionado y tras un señor desayuno” con zumo de naranja de sobre disuelto en agua… todo parecía mucho más bonito. Hasta los perros, a los que les cogimos cariño. Una bonita anécdota producto de una graciosa pesadilla que se disolvería automáticamente con el rugir de las increíbles Cataratas de Iguazú.

Moraleja: “A menos que te vaya la marcha o estés sin un duro… ¡lee los comentarios de los hostels antes de ir!”

Pensamiento profundo: “De los hoteles 5 estrellas siempre te quedará el poder decir “yo dormí allí”, del hostel cutre siempre te quedará la anécdota que contar a tus nietos”