Extremadura, paisajes, bosques, historias y Patrimonios de la Humanidad que me sorprendieron

Es común escuchar el nombre de un lugar y al momento relacionarlo con algo. Escuchas hablar de Sevilla y piensas en Giralda, Barcelona podría ser Gaudí, Canarias y Baleares sus playas y así podríamos seguir con un largo etc de San Benitos asociados a lugares que en unos casos benefician al destino y que por el contrario en otros, de manera injusta, espantan a los visitantes por otorgárseles San Benitos no demasiado halagüeños como pueda ser el caso de Extremadura, tierra que acabo de visitar y de la que acabo de venir, francamente, sorprendido.

Son demasiadas las veces que he oído hablar de sus “San Benitos”. Que si es árida, con pocos atractivos turísticos en ella… pero ahora, después de estos 4 días que he pasado junto a la gente de Minube por la provincia de Cáceres, puedo afirmar, con absoluta rotundidad, que no he parado de visitar lugares, monumentos, ciudades, parajes sorprendentes y enterarme de datos tan curiosos como de que poseen la primera bandera azul de interior, que son el principal productor de arroz español y que para darle con un dato en las narices a aquellos que la llaman seca, Extremadura posee el 40% del agua embalsada de España.

Viajeros venidos de toda España (Txema, Eva, Joan, Victor, M.A Cartagena, Lala y Alegría), Isaac (Turismo de Extremadura) y un servidor, arrancamos la aventura extremeña en Cedillo, un pequeño pueblo de no más de 500 habitantes, junto a la frontera portuguesa habiendo sido en un pasado territorio portugués bajo el nombre de Casalinho y en un enclave natural privilegiado como es el del Tajo Internacional, 25 hectáreas de parque natural español unidos a otras 26 hectáreas de parque natural Portugués, separadas por el gigantesco rio Tajo que en este caso hace de frontera natural con los portugueishesh.

Con buen tiempo y sol de Mayo, de justicia, llegamos a la Casa Rural La Solana.

Gigantesca, con varias habitaciones con baño propio y unas vistas chulísimas, en ella pasaríamos la primera noche.

Después de dejar las maletas y de alcahuetear un poco la casa, nos montamos en los coches e hicimos nuestra primera parada, un tanto protocolaria pero que no nos dejó indiferentes, al Ayuntamiento de Cedillo. Allí conoceríamos al alcalde de Cedillo, “El Boti”. Un tipo singular y que francamente creo que es el alcalde más cercano y enrollado que he conocido nunca. Nos hizo un repaso general del pueblo y entre otras cosas nos presento las singulares “paginas amarillas made in cedillo” de motes.

Después del momento protocolario junto al Boti, nos reunieron en dos coches 4×4, el nuestro uno antiguo de la guardia civil, y con el viendo que entraba por las ventanillas como único aire acondicionado y dada la hora que era, nos dirigimos a toda mecha hasta nuestro almuerzo en pleno corazón del Tajo Internacional.

El camino fue bestial. Divertido, serpenteante, cuesta arriba, cuesta abajo y baches que en ocasiones convirtieron al 4×4 en un toro de rodeo por los botes que dábamos. Genial.

Después de unos 10 minutos de divertido 4×4, llegamos al mirador de Carrasquera y junto a este, un picnic de película que nos tenían montado nuestros amigos de Cedillo a base de ibéricos de la zona y un menú que pocos habíamos probado y que habían hecho allí mismo, con un camping gas a base de productos 100% de la tierra.

Sopa de pez servida en corcho de alcornoque.

Carpas, pescadas directamente del Tajo que junto a nosotros, más abajo, en el valle, pasaba.

Y para rematar, otro postre extremeño llamado “Serradura” que la definieron como “dulce y melancólica” como el fado portugués y que estaba hecha a base de leche condensada, nata y galleta.

Las vistas, la compañía entre risas debajo de aquella pequeña pérgola y el entorno en el que nos encontrábamos fue un alucine.

Con el saque lleno y con ganas de seguir viendo la zona, seguimos nuestra ruta en 4×4 por el Tajo Internacional.

A lo largo del camino disfrutamos del paisaje a lo largo de los muchos miradores que por la zona encontramos como fue el caso del Mirador del Cabrioso, donde divisamos con ayuda de prismáticos, nidos de cigüeña negra y a lo lejos, aguilas reales que por allí volaban a sus anchas.

Extremadura recibe una cantidad de “pajareros” impresionante, como se les llama a estos turistas que van en busca de aves, principalmente de Holanda e Inglaterra. Según estos países, la zona, es una mina de rapaces.

De nuevo en 4×4, continuamos a través de bosques de encinas, alcornoques y de aves pasamos al momento “vaca-toros”, que en cristiano son un grupo de vacas negras, en libertad, con enormes cuernos y aspecto bravo.

Los guías comentaron que pese a su fiero aspecto no nos harían nada y dicho esto, todos nos bajamos de los 4×4 a por ellas, momento en el que comprobamos que el nivel de fiereza de estos bichos era del 0% teniendo más miedo ellas de nosotros que nosotros de ellas. Habría que ponerse en el pellejo de esas pobres vacas al ver llegar a un grupo de japoneses foto adictos con enormes cámaras como en ese momento éramos nosotros. Yo sentiría miedo y acongoje.

De las vacas pasamos a los panales de abejas, donde apicultores de la zona recolectan buena miel y a turistas como nosotros nos hace meternos en el papel de los protas de una peli de las 3 de la tarde en Antena3 en los que, si no subes las ventanillas a prisa, te ves rodeado de estos pequeños bichitos de culo picón en menos que canta un gallo!

La ruta continuó por la sierra, nuevos miradores con espectaculares vistas a la sierra portuguesa y española zigzagueada por el Tajo y un espectacular bosque en el que bajaríamos de los 4×4 para descubrir, en medio de la enorme vegetación, las misteriosas tumbas antropomorfas.

De varios siglos de antigüedad, siglo IV al III d.C., yacen en mitad del bosque, orientadas normalmente al sol y el hecho de verlas ahí, a día de hoy, me dio que pensar la cara que pondría el que por primera vez las encontrara allí en medio.

A día de hoy muchas de estas tumbas han sido utilizadas por el pastoreo como abrevaderos para el ganado.

Con el día poco a poco apagándose, nuestros guías del Tajo Internacional aún nos tendrían un nuevo amiguito en la recámara con el que sorprendernos.

Una pequeña cierva que rescataron de la carretera de pequeña de nombre Bambi que comió de nuestras manos y a la que pudimos acariciar.

Con el día casi a punto de terminar, pasamos de nuevo por Cedillo, más concretamente a su museo etnográfico. Varias salas con modernos expositores en los que te enseñan de una forma muy amena las costumbres de la zona, los muebles y aparejos que utilizaban, los utensilios, muebles, etc… así como planos de la zona y sus numerosísimas rutas senderistas

Y fue allí, en medio de una de las explicaciones, cuando a prisa nos llamaron para que subiéramos a la terraza del edificio en el que nos encontrábamos para contemplar una espectacular puesta de sol que cruzada por estrellas que poco a poco inundaron el cielo pusieron el broche a un primer día intenso.

Ya con el cielo estrellado y con la propia hambre que el campo da, nos dirigimos al Bar Petry, allí, en el mismo Cedillo y donde junto a buena gente del pueblo, en la misma mesa, disfrutamos de una pedazo de cena donde probamos, entre otras muchas cosas, el Frango portugués.

Un pollo, más pequeño de lo normal, cocinado al estilo de la vecina Portugal y que junto a unas patatitas y los güevillos, postre típico de la zona con el que hubo disputa por si era español o portugués, acabamos de 10.

La cama entró fácil, el día se hizo corto pero intenso, muy intenso pero como de costumbre, no quise irme a dormir sin quedarme un rato, desde mi ventana, disfrutando de la tranquilidad del campo, las estrellas y ese aire puro que sólo en sitios como en el que nos encontramos es posible disfrutar.

El segundo día de nuestro #minubetrip, arrancaría en el propio Tajo. Poco más de 1000 kilometros del rio más largo de la península que nace en Teruel como Tajo y muere en Lisboa como Tejo y en la zona donde nos encontrábamos, Taejo.

Todos reunidos en el llamado Balcón de El Tajo, subimos a bordo de un pequeño barco equipado con todo tipo de comodidades y arrancamos un precioso recorrido de 2 horas por el Tajo donde no solo disfrutamos del paisaje sino que aprendimos de las explicaciones sobre el entorno, fauna y evolución del río que el capitán del barco fue explicando micrófono en mano y con la que alguna que otra risa echamos al escuchar la respuesta de una señora a la pregunta de que cuánto pesaba un buitre. ¿La respuesta? 800 kilos. Para que os hagáis una idea el rinoceronte de Sumatra pesa exactamente eso y un rinoceronte… por muchas alas que tenga… como que no vuela ¿verdad?. Podéis imaginad el cachondeo que se preparó a bordo. Aún así, la señora se llevó una piruleta ya no por acertar la pregunta sino por tener el suficiente valor de gritar tal respuesta ante el gentío. Surrealista.

Tras las explicaciones y acompañados de la TV de Extremadura que en todo momento siguió nuestros pasos a lo largo del Tajo, subimos a la cubierta superior del barco donde disfrutamos de las márgenes portuguesas y españolas del Tajo y por supuesto, del solecito que pegaba y la brisa fluvial.

Durante el recorrido pudimos ver de nuevo nidos de alimoche, cigüeñas negra, aguilas reales a lo lejos e incluso nutrias.

Del Tajo, volvimos de nuevo a casa, a la Dehesa, donde me enteré que a parte de dormir nosotros, también lo hacían unas cuantas patas de jamón, choricitos y chacinas, y es que, en la Solana, están uno de los secaderos de jamones más importantes de la región y el hecho de conocer y degustar las virtudes y defectos del producto estrella extremeño, con denominación de origen y 100% de bellota sería algo imperdonable.

La visita fue muy amena, nos equiparon con plásticos hasta las orejas como si fuéramos agentes radiactivos y durante el recorrido, sala por sala, conocimos el proceso de elaboración desde que se mata al cerdito hasta que acaba en el platito. Proceso que perfectamente puede comprenderse entre 4 y 5 años, ahí es nada. Para que luego digamos que un jamón es caro.

¿Lo mejor de la visita? El papeo que nos pegamos. Ñam, ñam, ñammm… qué sería de España sin nuestro jamón.

Así, la crisis sabe mucho mejor, ¿o no?

Aún con la boca con sabor a jamón, después del picoteo ibérico de Cedillo, pusimos rumbo a Cáceres capital, donde pasaríamos la noche para terminar nuestro viaje en Guadalupe, su monasterio y el extraordinario Geoparque de Villuercas.

Nada más llegar a Cáceres, poco a poco empecé a entender por qué es Patrimonio de la Humanidad.

Pequeñita, acogedora y un casco histórico alucinante donde nos alojaríamos, junto a sus murallas, en el Palacio de Oquendo, del siglo XVI y que ahora, la cadena NH ha reformado para que viajeros como tu y como yo podamos disfrutar de él.

La tarde la pasamos descansando en el hotel hasta más o menos la hora de la cena.

A eso de las 21.00 nos llevaron al Restaurante Torre de Albarragena, una casa que perteneció a unos nobles del siglo XIX y que ahora ha sido restaurada respetando el mobiliario original.

La casita más bien podría ser un palacio.

La comida estuvo increíble y como hilo musical tuvimos a una pareja que tocó violín, guitarra y acordeón en directo a medida que le dábamos a la chacina

Bacalao con mostaza, chupitos de salmorejo y solomillo relleno de morcilla.

Con algo de prisas y a lo loco, abandonamos la cena hacia nuestra siguiente cita la plaza mayor de Cáceres.

Allí conocimos a Marcos, un guía estupendo que nos acompañaría el resto de la noche por las callejas de la ciudad y que poco después nos presentaría a un par de singulares juglares vestidos de la Edad Media y un peculiar castellano antiguo.

Con cuentos, muchos gestos, chistes y cánticos acompañados de esa singular prosa, nos enseñarían Cáceres, iluminada esa noche para nosotros, calle a calle y de un modo muy original y divertido.

En Granada te esperas la Alhambra, en Barcelona el legado de Gaudí, en Valencia su ciudad de las artes y las Ciencias pero en Cáceres, muchos llegan sin esperar demasiado y encontrar un casco histórico, tan bien conservado e impresionante como el que vimos, le hace irse a uno con un sabor de boca de sorpresa.

Cáceres tiene el tercer mejor casco histórico de Europa a nivel conservación después de Florencia y Tallin.

A la mañana siguiente, desviaríamos nuestro rumbo hasta el Parador de Guadalupe. A penas hora y 20 minutos desde Cedillo con un tramo final de curvas, curvas y más curvas que me dejaron el estomago como una centrifugadora.

Guadalupe, de apenas 2000 habitantes, es uno de los pueblitos con más encanto de la provincia de Cáceres, su monasterio es un símbolo en Extremadura y a su vez Patrimonio de la Humanidad.

Según llegamos a penas tuvimos tiempo ni de dejar las maletas en el parador, eso quedaría para después, de modo que dejamos los coches en el parking del parador sin saber hasta ese momento las historias del lugar en el que acabábamos de aparcar el coche.

Según dejábamos las maletas en recepción, allí nos esperaba José Antonio, que nos acompañaría en nuevas rutas 4×4 por el Geoparque de Villuercas donde avistaríamos ciervos durante el camino de la mano de este estupendo relator que a lo largo de nuestro viaje nos divirtió con historias increíbles de la zona que para nada nos dejaron indiferentes.

Si ya me habían gustado las rutas en 4×4 por Cedillo, los recorridos en 4×4 por el Geoparque de Villuercas Ibores Jara me alucinaron.

Vaya bosques, qué increíble vegetación y por suerte, ¡algún que otro amiguillo que vimos por el camino!

La primera parada la hicimos frente a la llamada capilla del Humilladero. Me resultó curioso que esta se encontrara allí, en medio de la nada, en mitad del bosque, tan bien cuidada y habiendo sido testigo, entre otras, de “un tesoro” que por allí andaba escondido y que nosotros, con ayuda de GPS buscaríamos.

Era nuestro primer geocatching!

Un juego cada vez más de moda que trata de ir reuniendo tesoros escondidos por la geografía mundial y que con ayuda de coordenadas GPS es divertido descubrir.

De allí continuamos nuestro camino “rumbo arriba”. Si, arriba. Más concretamente a uno de los puntos más altos de la sierra de Villuercas a 1400 metros.

Alucinantes panorámicas en las que José Antonio, nos tenía preparado un pequeño picnic champions league, a base de bocadillitos de chorizo de su granja de cerdos y queso.

Casi sin darme cuenta, las piedras que en ese momento estaba pisando resultaron ser fósiles de millones de años de antigüedad.

Estos pequeños circulos que podéis ver en la roca fueron hechos por gusanos hace millones de años en el fondo de mar.

Pese a la altura en las que nos encontrábamos, todo ese valle que veíamos había estado cubierto por el mar.

Nuestro rumbo continuó hacia las milenarias “loreras” y la laurisilva.

Fósiles vivos que para nada tienen que ver con los loros y que forman parte de un microclima que favorece que estos árboles permanezcan del mismo modo que en la época de los dinosaurios. Curioso imaginar velociraptors corriendo a sus anchas por allí.

La hora de comer llegó y para ello nos tenían preparado otro menú de la zona: quesos, unas estupendas migas con chorizo, morcillitas… ñam, ñamm…! Me puse púo.

Con las pilas cargadas, hicimos una visita curiosa al llamado Centro de Interpretación.

La joya de la corona del Geoparque de Villuercas es la Cueva de Castañar de Ibor. Esta cueva, cargada de impresionantes formaciones con estalactitas, estalagmitas y excéntricas con curiosas formas, es supersensible a las variaciones de temperatura de modo que por el momento, las visitas a esta cueva no se realizan para no deteriorar su interior y para ello, el Centro de Interpretación, dispone de una replica de la cueva como pudiera ser ocurrir en las cuevas de Altamira, y un recorrido en 3D para que el visitante disfrute de lo que allí se encontraría.

Después de nuestra visita virtual a la Cueva de Castañar, nos adentramos en un bosque de película de gnomos, de esos que a mi me flipan y por los que habría pasado la tarde entera.

Impresionante vegetación y alucinantes senderos flanqueados por enormes Castaños componían la llamada ruta de Castaños de Calabaza.

Allí pudimos comprobar lo que es realmente ¡un castañazo!

Buenos momentos disfrutamos en el bosque que nos sirvieron nuevamente para desmitificar el dicho de que Extremadura es seca. “Ni mijita”, como diría mi abuela.

De nuevo regresamos al Parador, recogimos nuestras llaves y después de escuchar, por encima, las explicaciones de lo que parecía un recorrido un tanto lioso hacia nuestras habitaciones, comenzamos a caminar por el parador en busca de estas.

Tras el enorme laberinto de pasillos del parador que nos sirvió para conocerlo por dentro, por fin encontramos las habitaciones. Nunca antes me había alojado en un parador y para ser el primero la verdad es que la ocasión se presentaba en un marco incomparable.

Las habitaciones, todas con vistas a la sierra de Villuercas y el propio monasterio de Guadalupe eran extraordinarias.

Entre risas con Joan Planas, nuestro cámara de minube y las entrevistas para el reportaje del #minubetrip, echamos la tarde hasta la hora de la cena. Una cena en la que a modo convite, en mesa redonda, junto al patio del parador, nos sirvieron platos tan originales como “un postre dibujado” y unas tostarricas, que de este modo bauticé y que tras mis comentarios en voz alta de intentar rapiñear alguna más a mis compañeros de mesa, sin previo aviso, desde cocina me sorprendieron trayéndome una tostarrica extra. Detallazo que entre risas me comí, cómo no.

Las estrellas cayeron y el momento relax día llegó desde el balconcito de la habitación.

A la mañana siguiente de nuevo me perdí buscando el desayuno y de nuevo, encontré nuevos rincones del parador. Tras dar 2 o 3 vueltas finalmente encontré el salón del desayuno y tras cargar las pilas comenzamos la visita conociendo el pueblo de Guadalupe nuevamente de la mano de José Antonio.

Calleja tras calleja el pueblo nos fue encantando y entre otras historietas conocimos la del parking donde teníamos el coche, que en tiempos, era el llamado Hospital de San Juan Bautista y en el que según cuentan, se realizó la primera autopsia que se recuerda y fue en él donde Fleming, durante una etapa de estudios que realizo en este, tras observar determinadas técnicas que con hongos los monjes del monasterio realizaban, posiblemente se inspirara e investigara hasta el descubrimiento de la penicilina. Alucinante.

El recorrido que realizamos a través de las callejas de Guadalupe nos enseño que esta pequeña población, a parte de su monasterio, tiene rincones llenos de encanto como su calle de las flores, una de las más famosas y fotografiadas del pueblo.

Y sus placitas, donde Jose Antonio me metió en el bolsillo al sacar un maletín repleto de artilugios con los que allí, frente a todos, comenzo toda una exhibición de imitaciones de aves. Bestial.

La visita parecía terminar pero aún había una gran historia por contar. Una gran historia girando entorno al Quijote, el monasterio de Guadalupe, Guadalupe y Cervantes.

Según contó Jose Antonio, el monasterio de Guadalupe, a parte de albergar en él numerosísimas obras de arte de pintores como Goya, Zurbarán o el Greco, posee en su interior una de las bibliotecas más importantes que se conocen. Este, con ayuda de un monje, indagó en los documentos de la biblioteca escritos en castellano antiguo llegando a descubrir que Cervantes conoció a un judío converso con el que convinió matrimonio con su sobrina.

Durante 2 años vivieron en el “Rincón de Valdepalacios”, lugar en el que se reconocen numerosas estancias en las que Cervantes posteriormente hizo mención en el Quijote. La relación entre ambos duro poco, según parece Cervantes era insoportable y el matrimonio se rompió.

Según los escritos, ese judio converso, Rui Gomez Quijada, podría ser la figura en la que Cervantes se inspiró a la hora de escribir sobre el personaje de Don Quijote de la Mancha que a día de hoy, yace enterrado en el monasterio de Guadalupe y que efectivamente, comprobé que así es.

De Extremadura me traigo experiencias, amigos y sobre todo las semillas necesarias para volver en un futuro, cercano, con ganas de seguir explorando una tierra de la que no esperaba demasiado y que no dejó de sorprenderme, con sus bosques, paisajes, sus historias y ese impresionante patrimonio reconocido internacionalmente.

Gracias al equipo de Minube.com por permitirme el vivir esta experiencia con ellos y a Isaac Outón por la organización de un viaje de 10 en esa Extremadura que tantísimo te entusiasma.